domingo, 30 de abril de 2017

SANTA CATALINA DE SIENA...


… juzga la idea de Judas que tiene Francisco

La desesperación de Judas desagradó más a Dios que su traición

Este es aquel pecado que no se perdona ni en esta ni en la otra vida, porque despreció mi misericordia, y este solo pecado es mayor que todos los otros que cometió. Y así la desesperación de Judas me desagradó más, y fue más enojosa a mi Hijo que la traición que le hizo. Así que son argüidos de este falso juicio, esto es, de haber tenido por mayor su pecado que mi misericordia; y por tanto son castigados con los demonios, y eternamente atormentados con ellos. (Santa Catalina de Siena. Diálogo, trat. I, cap. XXXVII)

…juzga la idea del papel de la mujer en la Iglesia que tiene Francisco

Ni siquiera los ángeles están a la altura de la dignidad sacerdotal

¡O querida hija! he dicho todo esto para que conozcas mejor la dignidad en que yo he puesto a mis Ministros, y te duelas más de sus miserias. […] En la vida presente no pueden subir a mayor dignidad. Ellos son mis ungidos, y los llamo mis Cristos, porque me he dado a ellos para que me suministren a vosotros, y los he puesto como flores olorosas en el cuerpo místico de la Santa Iglesia. No he concedido esta dignidad a los ángeles, y sí a los hombres que he elegido por mis ministros, los cuales he puesto como ángeles, y deben ser ángeles terrenos en esta vida. (Santa Catalina de Siena. Dialogo, 3ª resp., cap. IV)


… juzga la idea de gracia que tiene Francisco

El Papa debe considerar el mal que es la perdida de la gracia en las almas

Paréceme que [Dios] quiere que pongáis los ojos del entendimiento en la belleza del alma y en la sangre de su Hijo, por la cual lavó la cara de nuestra alma. Y de ella sois administrador. […] El tesoro de la Iglesia es la sangre de Cristo dada en precio por el alma. […] Mejor es, pues, dejar que se pierda el oro de las cosas temporales que el de las espirituales. […] Abrid, abrid el ojo del entendimiento con hambre y deseo de la salvación de las almas para considerar dos males: el mal de la grandeza, dominio y bienes temporales que os parece debéis reconquistar, y el de ver perder la gracia en las almas. De esa consideración deduciréis que estáis más obligado a reconquistar las almas. (Santa Catalina de Siena. Carta 209 a Gregorio XI, p. 767-768)

El Papa debe ser ejemplar en las palabras, costumbres y acciones

Sedme valiente, con santo temor de Dios, ejemplar en las palabras, costumbres y en todas vuestras acciones. Aparezcan todas transparentes ante Dios y ante los hombres, como luz puesta sobre el candelero de la Santa Iglesia, a la que mira y debe mirar todo el pueblo cristiano. (Santa Catalina de Siena. Carta 270 a Urbano VI, p. 1257)

… juzga la idea de Francisco de que Dios ama al pecador sin condiciones

Dios concede su misericordia a los que quieren enmendarse

Os aseguro, sin embargo, que si queréis enmendar vuestra vida en este tiempo que tenéis, Dios es tan bueno y misericordioso que os otorgará misericordia. Os recibirá benévolamente en sus brazos, os hará partícipes de la sangre del Cordero derramada con tanto fuego de amor, pues no hay pecador tan grande que no obtenga misericordia. La de Dios es mayor que nuestra maldad, siempre que queramos enmendarnos y vomitar la podredumbre del pecado por la confesión, con el propósito de preferir la muerte a volver a lo vomitado. […] Sabéis que si no os enmendáis, iréis a la cárcel más oscura que se pueda imaginar y que cuando no se da lo que se debe por la confesión y repulsa del pecado, no se necesita que nadie ponga al deudor en la prisión, sino que él mismo va al infierno en compañía de los demonios. (Santa Catalina de Siena. Carta 21)

Nuestro Señor Jesucristo a Santa Catalina de Siena

Han nacido tinieblas y división en el mundo por falta de santo temor

Los prelados colocados en sus prelacías por Cristo en la tierra me hacían sacrificio de justicia con santa y honesta vida, resplandecía en ellos y en sus súbditos la margarita de la justicia con verdadera humildad y ardentísima caridad. […] Y porque antes habían hecho justicia consigo mismos, por eso la hacían con sus súbditos, queriendo verlos vivir virtuosamente, y les corregían sin ningún temor servil. […] Por eso corrigieron y no dejaron podrir los miembros por falta de corrección, sino que les aplicaban caritativamente el ungüento de la benignidad y quemaban la llaga del delito con la aspereza del fuego, con la reprehensión y penitencia, poco o mucho, según la gravedad del pecado, y no temían la muerte, con tal que corrigiesen y dejasen la verdad. Estos eran verdaderos hortelanos, que con diligencia y temor santo arrancaban las espinas de los pecados mortales, y plantaban olorosas plantas de virtudes. Por lo cual, los súbditos vivían en santo y verdadero temor, y si criaban como flores olorosas en el cuerpo místico de la Iglesia. […] En ellos no había culpa de pecado, por eso tenían la santa justicia. […] Esta era y es aquella margarita en quien la justicia resplandece, que daba paz y alumbraba los entendimientos de las criaturas, y hacia perseverar el santo temor, y los corazones estaban unidos; y así se sabe que por ninguna cosa han venido tantas tinieblas y división en el mundo entre Seculares y Religiosos, Clérigos y Pastores de la Santa Iglesia, como por haber faltado la luz de la justicia y nacido las tinieblas de la injusticia. […] Te dije que estos infelices y desdichados llevan en su pecho la injusticia. […] A mí no me tributan alabanza, y a si propios honestidad y santa vida, deseo de la salud de las almas, ni hambre de la virtud; y por eso cometen injusticia con sus súbditos y prójimos, y no corrigen sus vicios; antes bien […], los dejan dormir y yacer en su enfermedad. (Santa Catalina de Siena. El Diálogo, cap. XXXIII. XXXVI, p. 240-241.252-253)

… juzga la idea de anticlericalismo que tiene Francisco

La reverencia a los sacerdotes se debe a la autoridad que Jesús les ha dado

Te he contado, Hija muy querida, algunas cosas sobre la reverencia que se debe tener a mis ungidos, no obstante sus defectos; porque la reverencia que se les hace no es a ellos por ser ellos, sino por la autoridad que yo les he dado; y por cuanto sus defectos no pueden disminuir el misterio del sacramento, no debe disminuirse la reverencia para con ellos, no por ellos, sino por el tesoro de la Sangre. (Santa Catalina de Siena. Diálogo, 3ª resp., cap. IX)

“Ellos son mis ungidos, y los llamo mis Cristos”

¡O querida hija! he dicho todo esto para que conozcas mejor la dignidad en que yo he puesto a mis Ministros, y te duelas más de sus miserias. […] En la vida presente no pueden subir a mayor dignidad. Ellos son mis ungidos, y los llamo mis Cristos, porque me he dado a ellos para que me suministren a vosotros, y los he puesto como flores olorosas en el cuerpo místico de la Santa Iglesia. No he concedido esta dignidad a los ángeles, y sí a los hombres que he elegido por mis ministros, los cuales he puesto como ángeles, y deben ser ángeles terrenos en esta vida. (Santa Catalina de Siena. Diálogo, 3ª resp., cap. IV)

… juzga la idea de igualdad como fuente de justicia y felicidad que tiene Francisco

La desigualdad de bienes obliga a la práctica de la caridad

¿Es que acaso distribuyo yo las diversas [virtudes] dándole a uno todas o dándole a éste una y al otro otra particular? […] A uno la caridad, a otro la justicia, a éste la humildad, a aquél una fe viva […] En cuanto a los bienes temporales, las cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era necesario, para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de practicar la caridad unos con otros […] He querido que unos necesitasen de otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de las liberalidades que han recibido de mí. (Santa Catalina de Siena. El Diálogo, c. 6, 7)

… juzga la idea de que el Papa no debe juzgar que tiene Francisco

Una revelación divina: hasta los demonios rehúyen ver cometer tan enorme pecado

Ellos, desgraciados, no sólo no dominan esta fragilidad, aunque la razón lo puede hacer cuando lo quiere el libre albedrío, sino que obran aún peor, porque cometen el maldito pecado que es contra la naturaleza. Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria en que se encuentran, pues no sólo me es pestilente a mí, sino que ese pecado desagrada a los mismos demonios, a los que esos desgraciados han hecho sus señores. Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza, que sólo por él se hundieron cinco ciudades (Gen 19, 24-25) como resultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia sufrirlas más; que tanto me desagradó ese abominable pecado. Es desagradable a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino porque su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehúye ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de ese pecado, el demonio se marcha por las razones dichas. (Santa Catalina de Siena. El Diálogo, cap.124)

… juzga la idea de condenación eterna que que tiene Francisco

Si el mal sacerdote no se enmienda sufrirá la condenación eterna y recibirá mayor reproche

[Nuestro Señor Jesucristo a Santa Catalina de Siena]: ¡Oh queridísima hija! Yo te he puesto sobre el puente de la doctrina de mi verdad para que os sirviera a vosotros, peregrinos, y os administrara los sacramentos de la Santa Iglesia, mas él [un sacerdote] permanece en el río miserable debajo del puente y en el río de los placeres y miserias del mundo. Allí ejerce su ministerio, sin percatarse de que le llega la ola que le arrastra a la muerte y se va con los demonios, señores suyos, a los que ha servido y de los que se ha dejado guiar, sin recato alguno, por el camino del río. Si no se enmienda, llegará a la condenación eterna, con tan gran reprensión y reproche, que tu lengua no sería capaz de referirlo. Y él, por su oficio de sacerdote, mucho más que cualquier otro seglar. Por donde una misma culpa es más castigada en él que en otro que hubiera permanecido en el mundo. Y en el momento de la muerte, sus enemigos le acusarán más terriblemente, como te he dicho. (Santa Catalina de Siena. El Diálogo, n. 130)


viernes, 28 de abril de 2017

FUSILAR Y DINAMITAR AL SAGRADO CORAZON, LA MACABRA DIVERSION DE LAS MILICIAS



El Cerro de los Ángeles alberga, desde 1919, un monumento consagrado a la adoración del Sagrado Corazón. Allí se vivieron escenas de odio y violencia protagonizadas por las milicias del Frente Popular en los primeros días de la Guerra Civil. El primer asalto al complejo religioso se produjo el 23 de julio de 1936, cuando cinco jóvenes pertenecientes a Acción Católica que se turnaban para defender el convento y el monumento fueron asesinados por un escuadrón de milicianos.

Desde ese momento todo el complejo situado en una zona elevada, de gran importancia estratégica, quedó en manos republicanas hasta que fue recuperada por los nacionales. El Frente Popular decidió, lejos de aprovechar su uso estratégico, emplear el convento para instalar una checa en la que fueron asesinadas decenas de personas.

 

No contentos con ello, el 7 de agosto los milicianos, socialistas y anarquistas en su mayor parte, realizaron un fusilamiento del monumento al Sagrado Corazón y emprendieron las labores de demolición. Empezaron intentando derribar la columna de sujeción de la estatua a mano, pero sus casi 900 toneladas de piedra lo hacían imposible, por eso optaron por dinamitar la base de la estructura.


El siguiente paso fue cambiar el nombre del entorno, que por decisión del Gobierno republicano, que no debía tener nada mejor que hacer, pasando a ser el de Cerro Rojo, en sustitución del de Cerro de los Ángeles.

Repercusión internacional

Las imágenes que la prensa frentepopulista difundió en sus publicaciones, especialmente la de la formación de un pelotón de fusilamiento para disparar al Sagrado Corazón, llegaron rápidamente a todos los países europeos. Dos de ellos, Irlanda y Rumanía, reaccionaron enviando voluntarios para luchar contra el comunismo y en defensa de los valores del cristianismo que estaban siendo atacados en España.


Los primeros en llegar fueron los voluntarios irlandeses, eran miembros de dos grupos: los “camisas azules” y los “camisas verdes”, liderados por Eoin O'Duffy. La tropa enviada ascendía a 700 militantes. Muchos eran veteranos que habían participado como soldados en la Guerra de Liberación de Irlanda junto a Michael Collins, pero la mayor parte eran jóvenes que se integraron en unidades autónomas dentro de las banderas de la Legión o de las banderas de Falange. Participaron muy activamente en la batalla del Jarama.


Los voluntarios rumanos pertenecían a la Guardia de Hierro, un grupo nacionalista dirigido por Corneliu Zelea Codreanu quien pidió voluntarios para defender el cristianismo en España. Su intención era dar testimonio del apoyo de los cristianos rumanos a la causa nacionalista en España por lo que tenía de defensa de los valores de la Europa cristiana. Sin embargo, la respuesta dentro de la Guardia de Hierro fue tan abrumadora que obligó a Codreanu a tomar una medida prudente.

Las listas de voluntarios eran muy numerosas. Según los documentos internos de la formación llegaron a apuntarse más de 13.500 voluntarios. Algunos autores han asegurado que fueron 20.000. En cualquier caso, el partido de Codreanu no tenía capacidad para dotar y enviar un contingente de ese tamaño y optó por enviar a una representación de varios dirigentes del partido. Los elegidos fueron el General Georgios Cantacuceno, Banica Dobre, Nicolae Totu, el príncipe Alexandru Cantacuceno, Ion Mota, Vasile Marin, Dimitru Borsa, sacerdote ortodoxo, y Gheorge Clime.

Juan E. Pflüger

Fuente: La Gaceta

domingo, 23 de abril de 2017

IZQUIERDA UNIDA VUELVE A RENDIR TRIBUTO AL PRIMER CRIMINAL DE LA URSS



Los comunistas siguen intentando vendernos la mentira del paraíso socialista. Ese que, iniciado por Lenin, acabó en el régimen más criminal de la historia y que durante más de setenta años se impuso sobre los cadáveres de millones de inocentes, la mayoría niños, ancianos y mujeres.

La cuenta de Twitter de IU ha recordado este sábado al criminal Lenin, que usó el terror, la tortura y el asesinato para imponer su sangriento régimen. "La revolución no se hace, sino que se organiza". 147 aniversario del nacimiento de Vladimir Ilyich Ulyanov, Lenin", ha tuiteado.

El líder de la formación, Alberto Garzón, ya le recordó el pasado mes de noviembre. "Es el 99 aniversario de la revolución rusa de 1917; una revolución contra ‘El Capital’. #RevolucionEs Paz, Pan y Tierra", dijo, en referencia al golpe de Estado que dieron los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917.

Lo justificó diciendo que la revolución es “Paz, Pan y Tierra”, cuando la que dirigió Lenin trajo una guerra civil que provocó millones de muertos, una posguerra con una economía impuesta que mató de hambre a otros tantos millones y una requisa de tierras que empobreció a los trabajadores agrarios, es un insulto a la memoria de las víctimas del comunismo.

Un golpe de Estado organizado por Lenin

Tras la revolución de febrero de 1917 se impuso un Gobierno formado por mayoría de socialistas moderados de los partidos Socialista Revolucionario y Constitucional Demócrata. Su presidente era Kerensky, que no quería permitir la entrada de los bolcheviques de Lenin en el Ejecutivo porque eran radicales, porque no tenían más del 15% de los votos y porque solamente tenían presencia en Moscú y Petrogrado.

Pese a su escasa representación electoral, Lenin ordenó en el mes de julio un primer golpe de Estado que fracasó, pero que le mostró los errores que no debería cometer nuevamente en la segunda intentona. Finalmente entre los meses de octubre y noviembre dieron el golpe definitivo con el que impusieron la dictadura del proletariado que asoló la Rusia soviética durante más de siete décadas.

El 24 de octubre la capital de Rusia, Petrogrado, amaneció ocupada por los milicianos de la Guardia Roja. Un día después tomaban el Palacio de Invierno, antigua residencia de los zares y en ese momento sede del Gobierno y el Parlamento ruso, forzando la huída de Kerensky y de todos sus ministros que fueron sustituídos por un gabinete presidido por Lenin y formado por ministros bolcheviques.

Ese es el golpe de Estado que para Garzón debemos tomar como ejemplo. Para intentar dar una apariencia de legitimidad a la situación, en plena euforia revolucionaria, Lenin convocó unas elecciones. Pero las perdió, obteniendo el 24% de los votos frente al 40% de los eseritas. Pero dio igual, porque no respetó los resultados y mantuvo el Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), que fue inmediatamente reforzado por un servicio de Policía política secreta denominada ChK y a cuyo frente puso al siniestro Feliks Dzerzhinski.

Uno de los primeros decretos tras este segundo golpe de Estado fue el que modificaba el Código Penal e introducía la figura de “enemigo del pueblo”, es decir: “todos los individuos sospechosos de sabotaje, especulación, oportunismo...” que podrían ser detenidos inmediatamente y puestos a disposición de la nueva Policía política, no de los jueces.

En diciembre ilegalizó el Partido Constitucional Demócrata (KD) y sus principales dirigentes fueron detenidos, pero los Socialistas Revolucionarios (SR) -que seguían siendo la principal fuerza política en Rusia- se oponían a los brutales métodos de control social que pretendía imponer Lenin, en esa revolución que tanto anhela Garzón.

Acto seguido desplazó a importantes contingentes de la Guardia Roja a Petrogrado con la única misión de detener a los miembros del SR acusándolos de ser enemigos del pueblo. Una ironía cuando eran los miembros del partido que más apoyo popular tenían, especialmente entre los trabajadores no cualificados.

Cuando el 18 de julio se iniciaban las sesiones de la nueva Asamblea, diputados y simpatizantes del SR y de los comunistas críticos con Lenin, los mencheviques, organizaron una marcha pacífica hacia la sede de la Asamblea, pero la Guardia Roja abrió fuego contra ellos causando un centenar de víctimas, en su mayoría mujeres y ancianos.

Pese a los disturbios que se multiplicaban por todo Petrogrado, los diputados acudieron a la Asamblea, en la que los bolcheviques eran una minoría pese a controlar el poder, y se eligió una Cámara presididda por Víktor Chernov, miembro del SR. En protesta los bolcheviques abandonaron la Asamblea, que quedó disuelta. De esta manera el Gobierno de Lenin quedaba sin control.

El control de la sociedad por medio del terror

Los bolcheviques tenían fuerza en las dos principales ciudades rusas: Moscú y Petrogrado, pero apenas eran representativos en el resto del inmenso territorio del país. Por eso, la ChK recibió órdenes de imponer allí la dictadura del proletariado usando el terror como método de sometimiento. Las acciones más siniestras se registraron en Ucrania, Crimea, Kubán y el Don. Alli se asesinó a miles de personas por los métodos más brutales: decapitaciones, gaseamientos, fusilamientos, castraciones, cremaciones en vivo,…

Una vez instaurado el terror en esas zonas tocó el turno de limpiar Moscú. Como Lenin había explicado unos meses antes: “A menos que apliquemos el terror a los especuladores -una bala en la cabeza en el momento- no llegaremos a nada”. En abril de 1918 se produjeron las primeras grandes redadas y ejecuciones en Moscú: 520 políticos opositores fueron detenidos, la mayoría ejecutados. Al mes siguiente se cerraron más de 200 periódicos en toda Rusia.

La ChK tenía ya 12.000 agentes repartidos por toda Rusia, estaban en franca expansión. Un año después superarían los 200.000 agentes con sedes propias -con salas de tortura y celdas- en las principales ciudades del país.

El mes de julio Lenin ordenó el asesinato de toda la familia real rusa: el Zar Nicolás II, la zarina, su hijo, el príncipe heredero, las cuatro hijas y cinco empleados. Durante muchos años se negó el crimen, que la sociedad no iba a aceptar, y se explicó que se encontraban detenidos en un lugar seguro y secreto.

El 9 de agosto Lenin daba la orden de formar una troika dictatorial para “implantar el terror de masas, fusilar o deportar a las prostitutas que hacen beber a los soldados, a todos los antiguos oficiales (…), requisas masivas (…), deportaciones en masa...”. Seis días después firmaba órdenes de detención de todos los líderes del resto de partidos políticos. Los pocos restos de la democracia implantada en la revolución de febrero eran borrados de un plumazo.

Entre septiembre y octubre, la ChK asesinó a más de 15.000 personas, el triple de las ejecuciones cometidas por el zarismo en el último siglo.

Llegados a este extremo, sin posibilidad de una vía política, todas las fuerzas de la oposición contra los bolcheviques se unieron en una guerra civil para poner fin al terror rojo que ya se había impuesto en el país.

La guerra civil terminó con casi 12 millones de víctimas. Tres de ellos corresponden a muertos en acciones de guerra, cinco millones de muertos por hambre, dos millones de muertos por represión tras las conquistas del Ejército Rojo de ciudades y otros tantos muertos por enfermedades infecciosas, especialmente por una epidemia de tifus.
Mientras que el Ejército Rojo cometía todo tipo de atrocidades sobre las poblaciones conquistadas, la ChK desarrollaba archivos sobre todos los habitantes de las ciudades, a la vez que se construían los primeros campos de concentración, que en 1922 albergaban a más de un millón de presos.

Entre tanto, los pequeños propietarios agrarios habían sido masacrados. Los kulaks estaban siendo asesinados, bien por la ChK o por una lenta condena a muerte por hambre.Son muy significativas las palabras de felicitación que envía Lenin a Semashko, comisario de Salud, el 20 de agosto de 1919: “Le felicito por la exterminación enérgica de los kulaks”.

Esta es la figura de Lenin, un personaje político al que admira Izquierda Unida. Un personaje que acabó con la joven democracia rusa nacida de la revolución de febrero de 1917, que acabó con la pequeña propiedad agraria y mató de hambre a millones de campesinos y sus familias, que creó la Policía política, la ChK y que durante su mandato ordenó el asesinato de, al menos, tres millones de personas, además de los 12 millones de víctimas de la guerra civil que causó.

Juan E. Pflüger

Fuente: La Gaceta

sábado, 22 de abril de 2017

EL CASTIGO SE ACERCA - P. JOSÉ DOMINGO Mª CORBATÓ (video)




FALLECE JOSÉ UTRERA MOLINA


El exministro durante el franquismo José Utrera Molina ha fallecido este sábado en Málaga a los 91 años de edad.

En los últimos años criticó con dureza la sectaria Ley de Memoria Histórica asegurando que el único objetivo era, lejos de perseguir supuestos crímenes, juzgar una época en la que se "hicieron muchas cosas positivas" y "adoctrinar" a la población española.

Además, censuró que la Diputación de Sevilla le retirara la medalla de oro de la provincia. Aseguró que no se le estaba enjuiciando por su labor, sino por la pertenencia a la administración pública durante un periodo determinado, como si eso fuera por sí sólo un delito. "Lo único que se pretende con esta medida es denigrar y borrar de la historia de Sevilla cuatro décadas de su historia dictando una verdadera 'damnatio memoriae' sobre todo aquél que tuvo responsabilidades en el régimen nacido el 18 de julio de 1936”, dijo.

Durante sus primeros años de carrera política, Utrera Molina mantuvo la subjefatura provincial del "Movimiento" en Málaga. Posteriormente, ejerció el cargo de Gobernador civil en las provincias de Ciudad Real -1956-1962-, Burgos -1962- y Sevilla -1962-1969-.

En 1969 fue nombrado Subsecretario del Ministerio de Trabajo, cargo que desempeñó hasta junio de 1973, y también Delegado del Gobierno español ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En el primer y único gabinete ministerial de Carrero Blanco -1973- ocupó la cartera de Vivienda. Tras el asesinato del almirante por parte de la banda terrorista ETA, fue nombrado Ministro Secretario General del Movimiento en el primer gobierno de Carlos Arias Navarro, cargo que desempeñaría hasta marzo de 1975.

Fuente: La Gaceta


R.I.P.

martes, 18 de abril de 2017

LA SAGRADA COMUNIÓN Y EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA - VI


CAPÍTULO 6 
En que se ponen otras consideraciones y modos de prepararse 
para la sagrada Comunión muy provechosas. 

Entre otras consideraciones con que nos podemos preparar para la sagrada Comunión, es muy propia la memoria de la Pasión, considerando aquella inmensidad de amor con que el Hijo de Dios se ofreció por nosotros en la cruz; porque una de las razones principales por que Cristo nuestro Redentor instituyó este divino Sacramento, fue para que tuviésemos siempre presente y viva en la memoria su Pasión, y así nos mandó que cada vez que la celebrásemos, nos acordásemos de ella. [Haced esto en memoria mía] (Lc., 22, 19). Y nos lo repite el glorioso Apóstol San Pablo (1 Cor., 2, 26): [Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor]. Y así, San Buenaventura aconseja mucho esta devoción, que cada vez que vayamos a comulgar, consideremos un paso de la Pasión. Y él dice que usaba hacerlo así, y con esto su ánima se derretía en amor de Dios (Cant., 5, 6). 

El bienaventurado San Crisóstomo dice que el que se llega a comulgar ha de hacer cuenta que todas las veces que comulga pone la boca en aquella preciosa llaga del costado de Cristo y chupa su sangre participando de todo lo que Él nos ganó con ella. Santa Catalina de Sena cada vez que comulgaba hacia cuenta que iba, como cuando era niña, al pecho de su madre. Otros, como este soberano Sacramento es memoria de la Pasión de Cristo, imaginan a Cristo crucificado, hacen Calvario de su corazón, y fijan allí la cruz del Señor, y abrazándose con ella, recogen en sí las gotas de sangre que por ella caen. Otros hacen cuenta que se hallan en aquella cena que cenó Cristo nuestro Redentor con sus discípulos la noche de su Pasión, como si estuvieran allí sentados entre los Apóstoles y que reciben de su mano su sagrado cuerpo y sangre. Y ésta no es solamente consideración y representación de aquella cena, sino en realidad de verdad es aquella misma cena y el mismo convite; y el mismo Señor, que dio entonces su cuerpo y sangre a sus Apóstoles, el mismo nos lo da ahora a nosotros por ministerio de los sacerdotes, y con el mismo amor que entonces lo dio. 

También es muy buena preparación ejercitarse en la consideración de los puntos siguientes: Lo primero, quién es el Señor que viene, que es el Criador de todas las cosas, Rey y Señor de los Cielos y tierra. Dios de infinita majestad y perfección. Lo segundo, a quién viene, que es a mí, que soy polvo y ceniza, y que muchas veces le he ofendido. Lo tercero, a qué viene, que es a comunicarme el fruto de su Pasión y los dones preciosísimos de su gracia. Lo cuarto, qué le mueve a venir, que es, no su interés, porque es Señor de todas las cosas y no tiene necesidad de nadie sino puro amor y deseo de que mi ánima se salve y esté siempre acompañada de su gracia. Lo quinto, ejercitarse en los actos de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. 

Y porque nosotros no podemos dignamente prepararnos para recibir este Señor si Él no nos lo da, le hemos de pedir que Él disponga y atavíe nuestra alma con la humildad, limpieza, amor y reverencia que conviene, alegándole para ello aquella razón común: Señor, si un rey poderoso y rico se hubiese de hospedar en casa de una viuda pobre, no esperaría que ella le aderezase el palacio donde había de reposar, sino enviaría delante su recámara y criados que lo aderezasen. Pues hacedlo Vos así con mi alma pobre, pues venís a hospedaros en ella: enviad, Señor, vuestra recámara delante, y vuestros ángeles la adornen y aderecen como conviene para recibir a tal Señor y a tal Esposo, conforme a aquello del Apocalipsis (21, 2): [Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que bajaba del Cielo adornada por Dios, como esposa ataviada para su esposo]. Y volviéndonos a la soberana Virgen y a los Santos, nuestros devotos, pidámosles con humildad nos alcancen el cumplimiento de esta petición. 

Fuera de estas preparaciones, añadiremos aquí una muy fácil y muy provechosa y de mucho consuelo para todos. Cuando no llegareis a tener aquel fervor y aquellos deseos encendidos que querríais y era razón tener para recibir tan gran Señor, ejercitaos en tener gran voluntad y deseo de tener esos deseos, y con eso supliréis lo que os falta; porque Dios mira el corazón, y recibirá y aceptará lo que deseáis tener, como si lo tuvieseis, conforme aquello del Profeta (Sal. 9, 38): [El deseo de los pobres oísteis, Señor; al aparejo de su corazón atendió tu oído]. Esta devoción preparación dice Blosio que enseñó Dios a Santa Matilde. Le dijo una vez el Señor: Cuando has de recibir la sagrada Comunión, desea a gloria de mi nombre tener todo el deseo y amor con que ardió algún tiempo para conmigo el más encendido corazón,: y de esta manera te puedes llegar a Mí, porque pondré Yo los ojos en aquel amor, y lo recibiré conforme como deseas tenerlo. Lo mismo se lee de Santa Gertrudis. Estando esta Santa un día para recibir el santísimo Sacramento, como recibiese mucha pena por no estar tan preparada, rogó a la gloriosa Virgen María y a todos los Santos, que ofreciesen a Dios por ella toda la preparación y merecimientos con que cada uno de ellos se había preparado algún día para recibirle; por lo cual la dijo el Señor: Verdaderamente que delante de los cortesanos del Cielo pareces con aquel aderezo que pediste. De manera que será muy buena disposición y preparación desear llegar a recibir este santísimo Sacramento con aquel fervor y amor con que los grandes Santos se llegaban a Él, y desear y pedir al Señor que lo que a nosotros nos falta, lo supla de los merecimientos y virtudes de Jesucristo y de sus Santos. Y de esto mismo nos podemos ayudar para el hacimiento de gracias, como luego diremos; y tratando de la oración dimos también este medio para suplir nuestras faltas. 

Con éstas u otras semejantes consideraciones hemos de despertar en nosotros la actual devoción con que los Santos dicen que nos hemos de llegar a la sagrada Comunión, unas veces con unas y otras con otras, como cada uno mejor se hallare; pero se ha de advertir que para prepararnos de esta manera y hacer en esta parte lo que debemos, es menester que tomemos algún tiempo para gastar en ello. 

Nuestro Padre Francisco de Borja, en el tratado que hace de la preparación para la sagrada Comunión, pone tres días antes para prepararse y tres días después para hacimiento de gracias, y da muchas consideraciones y ejercicios en que se ocupen estos días; v sería éste un medio muy bueno para andar toda la semana y toda la vida devotos y recogidos, parte con la esperanza de recibir tan gran Señor, parte con la memoria del beneficio recibido. Porque sólo pensar: mañana tengo de comulgar, o acordarme que hoy o ayer comulgué, basta para traer recogido el corazón; pero si no fuere tanto como eso el tiempo que tomáremos para esta preparación, a lo menos es razón que aquella mañana que uno ha de comulgar, gaste la oración o parte de ella en alguna o algunas de las consideraciones dichas.  

Y ayudará mucho que la noche antes de la Comunión, cuando nos vamos a acostar, sea con aquel cuidado y pensamiento que tengo de comulgar mañana, y cuantas veces despertáremos sea con el pensamiento. Y a la mañana, apenas haber abierto los ojos, cuando ya estemos abrazados con el mismo pensamiento. Porque si para la oración de cada día pide esto vuestro Padre en las advertencias que para ella da [73] [74], ¿cuánto mayor será que se haga el día que hemos de recibir tan alto Sacramento?


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS 
Padre Alonso Rodríguez, S.J.

domingo, 16 de abril de 2017

FELIZ Y SANTA PASCUA DE RESURRECCION


Apostolado Eucarístico les desea a todos sus lectores y
 amigos una Feliz y Santa Pascua de Resurrección.


viernes, 14 de abril de 2017

PRONUNCIA PILATOS LA SENTENCIA DE MUERTE CONTRA EL AUTOR DE LA VIDA - VENERABLE MADRE AGREDA




Pronuncia Pilatos la sentencia de muerte contra el Autor de la vida, lleva Su Majestad la cruz a cuestas en que ha de morir, síguele su Madre Santísima y lo que hizo la gran Señora 
en este paso contra el demonio y otros sucesos. 

1354. Decretó Pilatos la sentencia de muerte de cruz contra la misma vida, Jesús nuestro Salvador, a satisfacción y gusto de los pontífices y fariseos. Y habiéndola intimado y notificado al inocentísimo reo, retiraron a Su Majestad a otro lugar en la casa del juez, donde le desnudaron la púrpura ignominiosa que le habían puesto como a rey de burlas y fingido. Y todo fue con misterio de parte del Señor; aunque de parte de los judíos fue acuerdo de su malicia, para que fuese llevado al suplicio de la cruz con sus propias vestiduras y por ellas le conociesen todos, porque de los azotes, salivas y corona estaba tan desfigurado su divino rostro, que sólo por el vestido pudo ser conocido del pueblo. Vistiéronle la túnica inconsútil, que los Ángeles con orden de su Reina administraron, trayéndola ocultamente de un rincón, a donde los ministros la habían arrojado en otro aposento en que se la quitaron, cuando le pusieron la púrpura de irrisión y escándalo. Pero nada de esto entendieron los judíos, ni tampoco atendieron a ello, por la solicitud que traían en acelerarle la muerte. 

1355. Por esta diligencia de los judíos corrió luego por toda Jerusalén la voz de la sentencia de muerte que se había pronunciado contra Jesús Nazareno, y de tropel concurrió todo el pueblo a la casa de Pilatos para verle sacar a justiciar. Estaba la ciudad llena de gente, porque a más de sus innumerables moradores habían concurrido de todas partes otros muchos a celebrar la Pascua, y todos acudieron a la novedad y llenaron las calles hasta el palacio de Pilatos. Era viernes, día de Parasceve, que en griego significa lo mismo que preparación o disposición, porque aquel día se prevenían y disponían los hebreos para el siguiente del sábado, que era su gran solemnidad, y en ella no hacían obras serviles ni para prevenir la comida y todo se hacía el viernes. A vista de todo este pueblo sacaron a nuestro Salvador con sus propias vestiduras, tan desfigurado y encubierto su divino rostro en las llagas, sangre y salivas, que nadie le reputara por el mismo que antes habían visto y conocido. Apareció, como dijo Isaías (Is 53, 4), como leproso y herido del Señor, porque la sangre seca y los cardenales le habían transfigurado en una llaga. De las inmundas salivas le habían limpiado algunas veces los Santos Ángeles, por mandárselo la afligida Madre, pero luego las volvían a repetir y renovar con tanto exceso, que en esta ocasión apareció todo cubierto de aquellas asquerosas inmundicias. A la vista de tan doloroso espectáculo se levantó en el pueblo una tan confusa gritería y alboroto, que nada se entendía ni oía más del bullicio y eco de las voces. Pero entre todas resonaban las de los pontífices y fariseos, que con descompuesta alegría y escarnio hablaban con la gente para que se quietasen y despejasen la calle por donde habían de sacar al divino sentenciado y para que oyeran su capital sentencia. Todo lo demás del pueblo estaba dividido en juicios y lleno de confusión, según los dictámenes de cada uno. Y las naciones diferentes que al espectáculo asistían, los que habían sido beneficiados y socorridos de la piedad y milagros del Salvador y los que habían oído y recibido su doctrina y eran sus aliados y conocidos, unos lloraban con lastimosa amargura, otros preguntaban qué delitos había cometido aquel hombre para tales castigos. Otros estaban turbados y enmudecidos, y todo era confusión y tumulto.

1356. De los once Apóstoles sólo San Juan Evangelista se halló presente, que con la dolorosa Madre y las Marías estaba a la vista, aunque algo retirados de la multitud. Y cuando el Santo Apóstol vio a su divino Maestro —de quien consideraba era amado— que le sacaron en público, fue tan lastimada su alma del dolor, que llegó a desfallecer y perder los pulsos, quedando con un mortal semblante. Las tres Marías desfallecieron con un desmayo muy helado. Pero la Reina de las virtudes estuvo invicta y su magnánimo corazón, con lo sumo del dolor sobre todo humano discurso, nunca desfalleció ni desmayó, no padeció las imperfecciones de los desalientos y deliquios que los demás. En todo fue prudentísima, fuerte y admirable, y de las acciones exteriores dispuso con tanto peso, que sin sollozos ni voces confortó a las Marías y a San Juan Evangelista, y pidió al Señor las fortaleciese y asistiese con su diestra, para que con él y con ellas tuviese compañía hasta el fin de la pasión. Y en virtud de esta oración fueron consolados y animados el Apóstol y las Marías para volver en sí y hablar a la gran Señora del cielo. Y entre tanta confusión y amargura no hizo obra, ni tuvo movimiento desigual, sino con serenidad de Reina derramaba incesantes lágrimas. Atendía a su Hijo y Dios verdadero, oraba al Eterno Padre, presentábale los dolores y pasión, acompañando a las mismas obras con que nuestro Salvador lo hacía. Conocía la malicia del pecado, penetraba los misterios de la Redención humana, convidaba a los Ángeles, rogaba por los amigos y enemigos y, dando el punto al amor de Madre y al dolor que le correspondía, llenaba juntamente todo el coro de sus virtudes con admiración de los cielos y sumo agrado de la divinidad. Y porque no es posible reducir a mis términos las razones que formaba esta gran Madre de la sabiduría en su corazón, y tal vez en sus labios, lo remito a la piedad cristiana. 

1357. Procuraban los pontífices y los ministros de justicia sosegar al pueblo y que tuviesen silencio para oír la sentencia de Jesús Nazareno, que después de habérsela notificado en su persona la querían leer en público y a su presencia. Y quietándose la turba, estando Su Majestad en pie como reo, comenzaron a leerla en alta voz, que todos la entendiesen, y después la fueron repitiendo por las calles y últimamente al pie de la cruz. La sentencia anda vulgar impresa, como yo la he visto, (No sabemos cuál es la "sentencia vulgar impresa" que la Venerable dice haber visto. González Mateo [Mystica 71 Civitas Dei vindicata, Matriti 1747, art. 7 & 2 n. 208, p. 67] afirma que la fórmula empleada por la autora es semejante a otra fórmula encontrada el año 1580 en Amiterno (Italia). Toma este dato de SlURI, t. 3, trac. 10, c. 4, n. 59, quien a su vez depende de Rodrigo de Yepes, Palestinae descriptio.) y, según la inteligencia que he tenido, en sustancia es verdadera, salvo algunas palabras que se le han añadido. Yo no las pondré aquí, porque a mí se me han dado las que sin añadir ni quitar escribo, y fue como se sigue: Tenor de la sentencia de muerte que dio Pilatos contra Jesús Nazareno nuestro Salvador. 

1358. Yo, Poncio Pilato, presidente de la inferior Galilea, aquí en Jerusalén regente por el imperio romano, dentro del palacio de archipresidencia, juzgo, sentencio y pronuncio que condeno a muerte a Jesús, llamado de la plebe Nazareno, y de patria galileo, hombre sedicioso, contrario de la ley y de nuestro Senado y del grande emperador Tiberio César. Y por la dicha mi sentencia determino que su muerte sea en cruz, fijado con clavos a usanza de reos. Porque aquí, juntando y congregando cada día muchos hombres pobres y ricos, no ha cesado de remover tumultos por toda Judea, haciéndose Hijo de Dios y Rey de Israel, con amenazarles la ruina de esta tan insigne ciudad de Jerusalén y su templo, y del sacro Imperio, negando el tributo al César, y por haber tenido atrevimiento de entrar con ramos y triunfo con gran parte de la plebe dentro de la misma ciudad de Jerusalén y en el sacro templo de Salomón. Mando al primer centurión, llamado Quinto Cornelio, que le lleve por la dicha ciudad de Jerusalén a la vergüenza, ligado así como está, azotado por mi mandamiento. Y séanle puestas sus vestiduras para que sea conocido de todos, y la propia cruz en que ha de ser crucificado. Vaya en medio de los otros dos ladrones por todas las calles públicas, que asimismo están condenados a muerte por hurtos y homicidios que han cometido, para que de esta manera sea ejemplo de todas las gentes y malhechores. Quiero asimismo y mando por esta mi sentencia, que, después de haber así traído por las calles públicas a este malhechor, le saquen de la ciudad por la puerta Pagora, la que ahora es llamada Antoniana, y con voz de pregonero, que diga todas estas culpas en ésta mi sentencia expresadas, le lleven al monte que se dice Calvario, donde se acostumbra a ejecutar y hacer la justicia de los malhechores facinerosos, y allí fijado y crucificado en la misma cruz que llevare, como arriba se dijo, quede su cuerpo colgado entre los dichos dos ladrones. Y sobre la cruz, que es en lo más alto de ella, le sea puesto el título de su nombre en las tres lenguas que ahora más se usan, conviene a saber, hebrea, griega y latina, y que en todas ellas y cada una diga: Este es Jesús Nazareno Rey de los Judíos, para que todos lo entiendan y sea conocido de todos. Asimismo mando, so pena de perdición de bienes y de la vida y de rebelión al imperio romano, que ninguno, de cualquier estado y condición que sea, se atreva temerariamente a impedir la dicha justicia por mí mandada hacer, pronunciada, administrada y ejecutada con todo rigor, según los decretos y leyes romanas y hebreas. Año de la creación del mundo cinco mil doscientos y treinta y tres, día veinticinco de marzo.— Pontius Pilatus Judex et Gubernator Galilaeae inferioris pro Romano Imperio qui supra propia manu. 

1359. Conforme a este cómputo, la creación del mundo fue en marzo, y del día que fue criado Adán hasta la Encarnación del Verbo pasaron cinco mil ciento y noventa y nueve años, y añadiendo los nueve meses que estuvo en el virginal vientre de su Madre santísima, y treinta y tres años que vivió, hacen los cinco mil doscientos y treinta y tres, y los tres meses que conforme al cómputo romano de los años restan hasta veinte y cinco del mes de marzo; porque según esta cuenta de la Iglesia romana, al primer año del mundo no le tocan más de nueve meses y siete días, para comenzar el segundo año del primero de enero. Y entre las opiniones de los doctores he entendido que la verdadera es la de la Santa Iglesia en el Martirologio romano, como lo dije también en el capítulo de la Encarnación de Cristo nuestro Señor, en el libro I de la segunda parte, capítulo 11 (Cf. supra n. 138). 

1360. Leída la sentencia de Pilatos contra nuestro Salvador, que dejo referida, con alta voz en presencia de todo el pueblo, los ministros cargaron sobre los delicados y llagados hombros de Jesús la pesada cruz en que había de ser crucificado. Y para que la llevase le desataron las manos con que la tuviese, pero no el cuerpo, para que pudiesen ellos llevarle asido tirando de las sogas con que estaba ceñido, y para mayor crueldad le dieron con ellas a la garganta dos vueltas. Era la cruz de quince pies en largo, gruesa, y de madera muy pesada. Comenzó el pregón de la sentencia, y toda aquella multitud confusa y turbulenta de pueblo, ministros y soldados, con gran estrépito y vocería se movió con una desconcertada procesión, para encaminarse por las calles de Jerusalén desde el palacio de Pilatos para el monte Calvario. Pero el Maestro y Redentor del mundo Jesús, cuando llegó a recibir la cruz, mirándola con semblante lleno de júbilo y extremada alegría, cual suele mostrar el esposo con las ricas joyas de su esposa, habló con ella en su secreto y la recibió con estas razones: 


1361. Oh cruz deseada de mi alma, prevenida y hallada de mis deseos, ven a mí, amada mía, para que me recibas en tus brazos y en ellos como en altar sagrado reciba mi Eterno Padre el sacrificio de la eterna reconciliación con el linaje humano. Para morir en ti bajé del cielo en vida y carne mortal y pasible, porque tú has de ser el cetro con que triunfaré de todos mis enemigos, la llave con que abriré las puertas del paraíso a mis predestinados, el sagrado donde hallen misericordia los culpados hijos de Adán y la oficina de los tesoros que pueden enriquecer su pobreza. En ti quiero acreditar las deshonras y oprobios de los hombres, para que mis amigos los abracen con alegría y los soliciten con ansias amorosas, para seguirme por el camino que yo les abriré contigo. Padre mío y Dios eterno, yo te confieso Señor del cielo y tierra, y obedeciendo a tu querer divino cargo sobre mis hombros la leña del sacrificio de mi pasible humanidad inocentísima y le admito de voluntad por la salvación eterna de los hombres. Recibidle, Padre mío, como aceptable a Vuestra justicia, para que de hoy más no sean siervos sino hijos y herederos conmigo de Vuestro reino. 

1362. A la vista de tan sagrados misterios y sucesos, estaba la gran Señora del mundo María santísima sin que alguno se le ocultase, porque de todos tenía altísima noticia y comprensión sobre los mismos Ángeles, y los sucesos que no podía ver con los ojos corporales los conocía con la inteligencia y ciencia de la revelación, que se los manifestaba con las operaciones interiores de su Hijo santísimo. Y con esta luz divina conoció el valor infinito que redundó en el madero santo de la cruz, al punto que recibió el contacto de la humanidad deificada de Jesús nuestro Redentor. Y luego la prudentísima Madre la adoró y veneró con el debido culto, y lo mismo hicieron todos los espíritus soberanos que asistían al mismo Señor y a la Reina. Acompañó también a su Hijo santísimo en las caricias con que recibió la cruz, y la habló con otras semejantes palabras y razones que a ella tocaban como coadjutora del Redentor. Y lo mismo hizo orando al Eterno Padre, imitando en todo altísimamente como viva imagen a su original y ejemplar sin perder un punto. Y cuando la voz del pregonero iba publicando y repitiendo la sentencia por las calles, oyéndola la divina Madre, compuso un cántico de loores y alabanzas de la inocencia impecable de su Hijo y Dios santísimo, contraponiéndolos a los delitos que contenía la sentencia y como quien glosaba las palabras en honra y gloria del mismo Señor. Y a este cántico le ayudaron los Santos Ángeles con quienes lo iba ordenando y repitiendo cuando los habitadores de Jerusalén iban blasfemando de su mismo Criador y Redentor. 


1363. Y como toda la fe, la ciencia y el amor de las criaturas estaba resumido en esta ocasión de la pasión en el gran pecho de la Madre de la sabiduría, sola ella hacía el juicio rectísimo y el concepto digno de padecer y morir Dios por los hombres. Y sin perder la atención a todo lo que exteriormente era necesario obrar, confería y penetraba con su sabiduría todos los misterios de la Redención humana y el modo como se iban ejecutando por medio de la ignorancia de los mismos hombres que eran redimidos. Penetraba con digna ponderación quién era Él que padecía, lo que padecía, de quién y por quién lo padecía. De la dignidad de la persona de Cristo nuestro Redentor, que contenía las dos naturalezas, divina y humana, de sus perfecciones y atributos de entrambas, sola María santísima fue la que tuvo más alta y penetrante ciencia, después del mismo Señor. Y por esta parte sola ella entre las puras criaturas llegó a darle la ponderación debida a la pasión y muerte de su mismo Hijo y Dios verdadero. De lo que padeció no sólo fue testigo de vista la candida paloma, sino también lo fue de experiencia, en que ocasiona santa emulación no sólo a los hombres mas a los mismos Ángeles, que no alcanzaron esta gracia. Pero conocieron cómo la gran Reina y Señora sentía y padecía en el alma y cuerpo los mismos dolores y pasiones de su Hijo santísimo y el agrado inexplicable que de ello recibía la Beatísima Trinidad, y con esto recompensaron el dolor que no pudieron padecer en la gloria y alabanza que le dieron. Algunas veces que la dolorosa Madre no tenía a la vista a su Hijo santísimo, solía sentir en su virginal cuerpo y espíritu la correspondencia de los tormentos que daban al Señor, antes que por inteligencia se le manifestase. Y como sobresaltada decía: ¡Ay de mí, qué martirio le dan ahora a mi dulcísimo Dueño y mi Señor! Y luego recibía la noticia clarísima de todo lo que con Su Majestad se hacía. Pero fue tan admirable en la fidelidad de padecer y en imitar a su dechado Cristo nuestro bien, que jamás la amantísima Madre admitió natural alivio en la pasión, no sólo del cuerpo porque ni descansó, ni comió, ni durmió, pero ni del espíritu, con alguna consideración que la diese refrigerio, salvo cuando se le comunicaba el Altísimo con algún divino influjo, y entonces le admitía con humildad y agradecimiento, para recobrar nuevo esfuerzo con que atender más ferviente al objeto doloroso y a la causa de sus tormentos. La misma ciencia y ponderación hacía de la malicia de los judíos y ministros y de la necesidad del linaje humano y su ruina y de la ingratísima condición de los mortales, por quienes padecía su Hijo santísimo; y así lo conoció todo en grado eminente y perfectísimo y lo sintió sobre todas las criaturas. 

1364. Otro misterio oculto y admirable obró la diestra del Omnipotente en esta ocasión por mano de María santísima contra Lucifer y sus ministros infernales, y sucedió en esta forma: Que como este Dragón y los suyos asistían atentos a todo lo que iba sucediendo en la pasión del Señor, que ellos no acababan de conocer, al punto que Su Majestad recibió la cruz sobre sus hombros, sintieron todos estos enemigos un nuevo quebranto y desfallecimiento, que con la ignorancia y novedad les causó grande admiración y una nueva tristeza llena de confusión y despecho. Con el sentimiento de estos nuevos e invencibles efectos se receló el príncipe de las tinieblas de que por aquella pasión y muerte de Cristo nuestro Señor le amenazaba alguna irreparable destrucción y ruina de su imperio. Y para no esperarle en presencia de Cristo nuestro bien, determinó el Dragón hacer fuga y retirarse con todos sus secuaces a las cavernas del infierno. Pero cuando intentaba ejecutar este deseo se lo impidió nuestra gran Reina y Señora de todo lo criado, porque el Altísimo al mismo tiempo la ilustró y vistió de su poder, dándole conocimiento de lo que debía hacer. Y la divina Madre, convirtiéndose contra Lucifer y sus escuadrones con imperio de Reina, los detuvo para que no huyesen y les mandó esperasen el fin de la pasión y que fuesen a la vista de toda ella hasta el monte Calvario. Al imperio de la poderosa Reina no pudieron resistir los demonios, porque conocieron y sintieron la virtud divina que obraba en ella. Y rendidos a sus mandatos fueron como atados y presos acompañando a Cristo nuestro Señor hasta el Calvario, donde por la eterna sabiduría estaba determinado que triunfase de ellos desde el trono de la cruz, como adelante lo veremos (Cf. infra n. 1412). No hallo ejemplo con que manifestar la tristeza y desaliento con que desde este punto fueron oprimidos Lucifer y sus demonios. Pero, a nuestro modo de entender, iban al Calvario como los condenados que son llevados al suplicio y el temor del castigo inevitable los desmaya, debilita y entristece. Y esta pena en el demonio fue conforme a su naturaleza y malicia y correspondiente al daño que hizo en el mundo introduciendo en él la muerte y el pecado, por cuyo remedio iba a morir el mismo Dios. 

1365. Prosiguió nuestro Salvador el camino del monte Calvario, llevando sobre sus hombros, como dijo Isaías (Is 9, 6), su mismo imperio y principado, que era la Santa Cruz, donde había de reinar y sujetar al mundo, mereciendo la exaltación de su nombre sobre todo nombre y rescatando a todo el linaje humano de la potencia tiránica que ganó el demonio sobre los hijos de Adán. Llamó el mismo Isaías (Is 9, 4) yugo y cetro del cobrador y ejecutor, y con imperio y vejación cobraba el tributo de la primera culpa. Y para vencer este tirano y destruir el cetro de su dominio y el yugo de nuestra servidumbre, puso Cristo nuestro Señor la cruz en el mismo lugar que se lleva el yugo de la servidumbre y el cetro de la potencia real, como quien despojaba de ella al demonio y le trasladaba a sus hombros, para que los cautivos hijos de Adán, desde aquella hora que tomó su cruz, le reconociesen por su legítimo Señor y verdadero Rey, a quien sigan por el camino de la cruz, por la cual redujo a todos los mortales a su imperio y los hizo vasallos y esclavos suyos comprados con el precio de su misma sangre y vida. 

1366. Mas ¡ay dolor de nuestro ingratísimo olvido! Que los judíos y ministros de la pasión ignorasen este misterio escondido a los príncipes del mundo, que no se atreviesen a tocar la cruz del Señor, porque la juzgaban por afrenta ignominiosa, culpa suya fue y muy grande; pero no tanta como la nuestra, cuando ya está revelado este sacramento y en fe de esta verdad condenamos la ceguera de los que persiguen a nuestro bien y Señor. Pues si los culpamos porque ignoraron lo que debían conocer, ¿qué culpa será la nuestra, que conociendo y confesando a Cristo Redentor nuestro le perseguimos y crucificamos como ellos ofendiéndole? ¡Oh dulcísimo amor mío Jesús, luz de mi entendimiento y gloria de mi alma!, no fíes, Señor mío, de mi tardanza y torpeza, el seguirte con mi cruz por el camino de la tuya. Toma por tu cuenta hacerme este favor, llévame, Señor, tras de ti y correré en la fragancia de tu ardentísimo amor, de tu inefable paciencia, de tu eminentísima humildad, desprecio y angustias, y en la participación de tus oprobios, afrentas y dolores. Esta sea mi parte y mi herencia en esta mortal y pesada vida, ésta mi gloria y descanso, y fuera de tu cruz e ignominias no quiero vida ni consuelo, sosiego ni alegría. Como los judíos y todo aquel pueblo ciego se desviaban en las calles de Jerusalén de no tocar la cruz del inocentísimo reo, el mismo Señor hacía calle y despejaba el puesto donde iba Su Majestad, como si fuera contagio su gloriosa deshonra, en que le imaginaba la perfidia de sus perseguidores, aunque todo lo demás del camino estaba lleno de pueblo y confusión, gritos y vocería, y entre ella iba resonando el pregón de la sentencia. 

1367. Los ministros de la justicia, como desnudos de toda humana compasión y piedad, llevaban a nuestro Salvador Jesús con increíble crueldad y desacato. Tiraban unos de las sogas adelante, para que apresurase el paso, otros para atormentarle tiraban atrás, para detenerle, y con estas violencias y el grave peso de la cruz le obligaban y compelían a dar muchos vaivenes y caídas en el suelo. Y con los golpes que recibía de las piedras se le abrieron llagas, y particular dos en las rodillas, renovándosele todas las veces que repetía las caídas; y el peso de la cruz le abrió de nuevo otra llaga en el hombro que se la cargaron. Y con los vaivenes, unas veces topaba la cruz contra la sagrada cabeza y otras la cabeza contra la cruz y siempre las espinas de la corona le penetraban de nuevo con el golpe que recibía, profundándose más en lo que no estaba herido de la carne. A estos dolores añadían aquellos instrumentos de maldad muchos oprobios de palabras y contumelias execrables, de salivas inmundísimas y polvo que arrojaban en su divino rostro, con tanto exceso que le cegaban los ojos que misericordiosamente los miraban, con que se condenaban por indignos de tan graciosa vista. Y con la prisa que se daban, sedientos de conseguir su muerte, no dejaban al mansísimo Maestro que tomase aliento, antes, como en tan pocas horas había cargado tanta lluvia de tormentos sobre aquella humanidad inocentísima, estaba desfallecida y desfigurada y, al parecer de quien le miraba, quería ya rendir la vida a los dolores y tormento. 

1368. Entre la multitud de la gente partió la dolorosa y lastimada Madre de casa de Pilatos en seguimiento de su Hijo santísimo, acompañada de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena y las otras Marías. Y como el tropel de la confusa multitud los embarazaba para llegarse más cerca de Su Majestad, pidió la gran Reina al Eterno Padre que le concediese estar al pie de la cruz en compañía de su Hijo y Señor, de manera que pudiese verle corporalmente, y con la voluntad del Altísimo ordenó también a los Santos Ángeles que dispusiesen ellos cómo aquello se ejecutase. 



Obedeciéronla los Ángeles con grande reverencia y con toda presteza encaminaron a su Reina y Señora por el atajo de una calle, por donde salieron al encuentro de su Hijo santísimo y se vieron cara a cara Hijo y Madre, reconociéndose entrambos y renovándose recíprocamente el dolor de lo que cada uno padecía; pero no se hablaron vocalmente, ni la fiereza de los ministros diera lugar para hacerlo. Pero la prudentísima Madre adoró a su Hijo santísimo y Dios verdadero, afligido con el peso de la cruz, y con la voz interior le pidió que, pues ella no podía descansarle de la carga de la cruz, ni tampoco permitía que los Ángeles lo hicieran, que era a lo que la compasión la inclinaba, se dignase su potencia de poner en el corazón de aquellos ministros le diesen alguno que le ayudase a llevarla. Esta petición admitió Cristo nuestro bien, y de ella resultó el conducir a Simón Cireneo para que llevase la cruz con el Señor, como adelante diré (Cf. infra n. 1371). Porque los fariseos y ministros se movieron para esto, unos de alguna natural humanidad, otros de temor que no acabase Cristo nuestro Señor la vida antes de llegar a quitársela en la misma cruz, porque iba Su Majestad muy desfallecido, como queda dicho. 


1369. A todo humano encarecimiento y discurso excede el dolor que la candidísima paloma y Madre Virgen sintió en este viaje del monte Calvario, llevando a su vista el objeto de su mismo Hijo, que sola ella sabía dignamente conocer y amar. Y no fuera posible que no desfalleciera y muriera, si el poder divino no la confortara, conservándole la vida. Con este amarguísimo dolor habló al Señor y le dijo en su interior: Hijo mío y Dios eterno, lumbre de mis ojos y vida de mi alma, recibid. Señor, el sacrificio doloroso de que no puedo aliviaros del peso de la cruz y llevarla yo, que soy hija de Adán, para morir en ella por vuestro amor, como vos queréis morir por la ardentísima caridad del linaje humano. ¡Oh amantísimo Medianero entre la culpa y la justicia! ¿Cómo fomentáis la misericordia con tantas injurias y entre tantas ofensas? ¡Oh caridad sin término ni medida, que para mayor incendio y eficacia dais lugar a los tormentos y oprobios! ¡Oh amor infinito y dulcísimo, si los corazones de los hombres y todas las voluntades estuvieran en la mía para que no dieran tan mala correspondencia a lo que por todos padecéis! ¡Oh quién hablara al corazón de los mortales y les intimara lo que Os deben, pues tan caro Os ha costado el rescate de su cautiverio y el remedio de su ruina!—Otras razones prudentísimas y altísimas decía con éstas la gran Señora del mundo que no puedo yo reducir a las mías. 

1370. Seguían asimismo al Señor —como dice el Evangelista San Lucas (Lc 23, 27)— con la turba de la gente popular otras muchas mujeres que se lamentaban y lloraban amargamente. Y convirtiéndose a ellas el dulcísimo Jesús las habló y dijo: Hijas de Jerusalén, no queráis llorar sobre mí, sino llorad sobre vosotras mismas y sobre vuestros hijos; porque días vendrán en que dirán: Bienaventuradas las estériles, que nunca tuvieron hijos, ni les dieron leche de sus pechos. Y entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados, enterradnos. Porque si estas cosas pasan en el madero verde, ¿qué será en el que está seco? (Lc 23, 28- 31)—Con estas razones misteriosas acreditó el Señor las lágrimas derramadas por su pasión santísima y en algún modo las aprobó, dándose por obligado de su compasión, para enseñarnos en aquellas mujeres el fin que deben tener nuestras lágrimas, para que vayan bien encaminadas. Y esto ignoraban entonces aquellas compasivas discípulas de nuestro Maestro y lloraban sus afrentas y dolores y no la causa por que los padecía, de que merecieron ser enseñadas y advertidas. Y fue como si les dijera el Señor: Llorad sobre vuestros pecados y de vuestros hijos lo que yo padezco, y no por los míos, que no los tengo ni es posible. Y si el compadeceros de mí es bueno y justo, más quiero que lloréis vuestras culpas que mis penas padecidas por ellas, y con este modo de llorar pasará sobre vosotras y sobre vuestros hijos el precio de mi sangre y Redención que este ciego pueblo ignora. Porque vendrán días, que serán los del juicio universal y del castigo, en que se juzgarán por dichosas las que no hubieren tenido generación de hijos, y los prescitos pedirán a los montes y collados que los cubran, para no ver mi indignación. Porque si en mí, que soy inocente, han hecho estos efectos sus culpas de que yo me encargué, ¿qué harán en ellos, que estarán tan secos, sin fruto de gracia ni merecimientos? 

1371. Para entender esta doctrina fueron ilustradas aquellas dichosas mujeres en premio de sus lágrimas y compasión. Y cumpliéndose lo que María santísima había pedido, determinaron los pontífices, fariseos y los ministros conducir algún hombre que ayudase a Jesús nuestro Redentor en el trabajo de llevar la cruz hasta el Calvario. Llegó en esta ocasión Simón Cireneo, llamado así porque era natural de Cirene, ciudad de Libia, y venía a Jerusalén; era padre de dos discípulos del Señor, llamados Alejandro y Rufo (Mc 15, 21). A este Simón obligaron los judíos a que llevase la cruz parte del camino, sin tocarla ellos, porque se afrentaban de llegar a ella, como instrumento del castigo de un hombre a quien ajusticiaban por malhechor insigne; que esto pretendían que todo el pueblo entendiese con aquellas ceremonias y cautelas. Tomó la cruz el Cirineo y fue siguiendo a Jesús, que iba entre los dos ladrones, para que todos creyesen era malhechor y facineroso como ellos. Iba la Madre de Jesús nuestro Salvador muy cerca de Su Majestad, como lo había deseado y pedido al Eterno Padre, con cuya voluntad estuvo tan conforme en todos los trabajos y martirios de la pasión de su Hijo, que participando y comunicando sus tormentos tan de cerca por todos sus sentidos, jamás tuvo movimiento ni ademán en su interior ni el exterior con que se inclinase a retractar la voluntad de que su Hijo y Dios no padeciese. Tanta fue su caridad y amor con los hombres y tanta la gracia y santidad de esta Reina en vencer la naturaleza. 


Doctrina que me dio la gran Reina y Señora. 

1372. Hija mía, el fruto de la obediencia, por quien escribes la Historia de mi vida, quiero que sea formar en ti una verdadera discípula de mi Hijo santísimo y mía. A esto se ordena en primer lugar la divina luz que recibes de tan altos y venerables sacramentos, y los documentos que tantas veces te repito, de que te desvíes, desnudes y alejes tu corazón de todo afecto de criaturas, ni para tenerle, ni para admitirle de ninguna. Con este desvío vencerás los impedimentos del demonio en tu blando natural peligroso, y yo que le conozco te aviso y te encamino como Madre y Maestra que te corrige y enseña. Con la ciencia del Altísimo conoces los misterios de su pasión y muerte y el único y verdadero camino de la vida, que es el de la cruz, y que no todos los llamados son escogidos para ella. Muchos son los que dicen desean seguir a Cristo y muy pocos los que verdaderamente se disponen a imitarle, porque en llegando a sentir la cruz del padecer la arrojan de sí y retroceden. El dolor de los trabajos es muy sensible y violento para la naturaleza humana por parte de la carne, y el fruto del espíritu es más oculto, y pocos se gobiernan por la luz. Por esto hay tantos entre los mortales que olvidados de la verdad escuchan a su carne y siempre la quieren muy regalada y consentida. Son ardientes armadores de la honra y despreciadores de las afrentas, codiciosos de la riqueza y execradores de la pobreza, sedientos del deleite y tímidos de la mortificación. Todos estos son enemigos de la cruz de Cristo (Flp 3, 18) y con formidable horror huyen de ella, juzgándola por ignominiosa, como los que le crucificaron. 

1373. Otro engaño se introduce en el mundo; que muchos piensan siguen a Cristo su Maestro sin padecer, sin obrar y sin trabajar, y se dan por contentos con no ser muy atrevidos en cometer pecados, y remiten toda la perfección a una prudencia o amor tibio con que nada se niegan a su voluntad ni ejecutan las virtudes que son costosas a la carne. De este engaño saldrían, si advirtiesen que mi Hijo santísimo no sólo fue Redentor y Maestro y no sólo dejó en el mundo el tesoro de sus merecimientos como remedio de su condenación, sino la medicina necesaria para la dolencia de que enfermó la naturaleza por el pecado. Nadie más sabio que mi Hijo y mi Señor, nadie pudo entender la condición del amor como Su Majestad, que fue la misma sabiduría y caridad, y lo es, y asimismo era todopoderoso para ejecutar toda su voluntad. Y con todo esto, aunque pudo lo que quería, no eligió vida blanda y suave para la carne, sino trabajosa y llena de dolores, porque no era bastante o cumplido magisterio redimir a los hombres si no les enseñara a vencer al demonio, a la carne y a sí mismos, y que esta magnífica victoria se alcanza con la cruz, por los trabajos, penitencia, mortificación y desprecios, que son el índice y testimonio del amor y la divisa de los predestinados. 

1374. Tú, hija mía, pues conoces el valor de la Santa Cruz y la honra que por ella recibieron las ignominias y tribulaciones, abraza tu cruz y llévala con alegría en seguimiento de mi Hijo y tu Maestro. Tu gloria en la vida mortal sean las persecuciones, desprecios, enfermedades, tribulaciones, pobreza, humillación y cuanto es penoso y adverso a la condición de la carne mortal. Y para que en todos estos ejercicios me imites y me des gusto, no quiero que busques ni que admitas alivio ni descanso en cosa terrena. No has de ponderar contigo misma lo que padeces, ni manifestarlo con cariño de aliviarte. Menos has de encarecer ni agravar las persecuciones ni molestias que te dieren las criaturas, ni en tu boca se ha de oír que es mucho lo que padeces, ni compararlo con otros que trabajan. Y no te digo que será culpa recibir algún alivio honesto y moderado y querellarte con sufrimiento. Pero en ti, carísima, este alivio será infidelidad contra tu Esposo y Señor, porque te ha obligado a ti sola más que a muchas generaciones, y tu correspondencia en padecer y amar no admite defecto ni descargo, si no fuere con plenitud de toda fineza y lealtad. Tan ajustada te quiere consigo mismo este Señor, que ni un suspiro has de dar a tu naturaleza flaca sin otro más alto fin que sólo descansar y tomar consuelo. Y si el amor te compeliere, entonces te dejarás llevar de su fuerza suave, para descansar amando, y luego el amor de la cruz despedirá este alivio, como conoces que yo lo hacía con humilde rendimiento. Y sea en ti regla general que toda consolación humana es imperfección y peligro, y sólo debes admitir lo que te enviare el Altísimo por sí o por sus Santos Ángeles. Y de los regalos de su divina diestra has de tomar con advertencia lo que te fortalezca para más padecer y abstraerte de lo gustoso que puede pasar a lo sensitivo. 

MISTICA CIUDAD DE DIOS 
VIDA DE LA VIRGEN MARÍA 
Venerable María de Jesús de Agreda
Libro VI, Cap. 21