martes, 27 de septiembre de 2016

ESTO FIDELIS - MONS. LEFEBVRE


La fidelidad es una virtud social que tiene una afinidad profunda con la virtud de verdad y, en consecuencia, se vincula, tal como ella, con la virtud de justicia.

Parece muy oportuno rememorar qué es esta virtud, a fin de animarnos a desarrollarla, a mantenerla en nosotros y a manifestarla en nuestra vida individual y social.

La fidelidad es la voluntad de tener un compromiso dado. Es ser verdadero hacia sí mismo y verdadero hacia los demás, que tienen sus propios compromisos. También es ser justos, pues uno se compromete hacia otra persona o aún hacia Dios o la Iglesia, o a una sociedad. Los compromisos pueden ser numerosos. Hay unos, irrenunciables, que nos comprometen por la eternidad; hay otros que nos comprometen para esta vida de aquí abajo. En cambio, hay otros que pueden ser anulados, pero jamás unilateralmente, lo cual constituiría una injusticia hacia personas con las cuales uno se comprometió y, en definitiva, hacia Dios.

Así, el bautismo nos compromete por toda la eternidad, y ese compromiso debe procurarnos bienes que aseguran la vida eterna. Bautizados, nunca nos está permitido renegar de nuestro compromiso. El casamiento compromete para la vida de aquí abajo y los que lo han contraído deben permanecer fieles, sin que ninguna autoridad de este mundo pueda dispensarlos de estos compromisos. Con esto se puede medir la gran importancia de la virtud de la fidelidad.

Numerosas pueden ser las promesas y compromisos diversos. Numerosas también pueden ser las circunstancias que, sea por sí mismas, sea por aquellos con los cuales uno se comprometió, resuelvan el compromiso. Pero nada es tan odioso, deshonrante y nocivo para la vida social, como una promesa o un compromiso que no se cumple sin que medie alguna circunstancia legítima, o que un asentimiento de las personas interesadas haya autorizado su anulación.

Se asiste hoy a un desprecio de la virtud de fidelidad que molesta gravemente a la vida religiosa, cuando se trata de compromisos realizados con Dios, y con la vida social, cuando se trata de compromisos para con el prójimo.

Las numerosas infidelidades de los sacerdotes, tanto hacia Dios como hacia el prójimo, causan un grave escándalo a la humanidad entera. El sacerdote consagrado, santificado por la unción sacramental y la imposición de las manos del Obispo, está dedicado al culto de Dios y a la santificación de las almas. Está comprometido por esa doble unción a cierta doble finalidad. Aún si la Iglesia pudiera suspender el ejercicio de ese compromiso, no sería menos verdadero que estos sacerdotes han sido infieles a lo que habían prometido solemnemente delante de Dios y de la Iglesia. Esa ruptura no es, ciertamente, un ejemplo para los que se han comprometido en los lazos del matrimonio.

La infidelidad en la vida religiosa se produce cuando uno pide la ruptura de los votos perpetuos: cierto, puede haber motivos legítimos para hacer ese pedido, pero ¿no es verdad, desgraciadamente, que estos motivos tienen generalmente por causa infidelidades reales? No sucede lo mismo con los votos temporales, que por su naturaleza son caducables. Pero hoy se asiste a menudo a una desestimación de los votos, que se manifiesta por la impaciencia de ser relevado de ellos antes de que éstos lleguen a su término. Esto provocará, sin duda, una modificación en el régimen de los votos temporarios. ¿Pero se puede pensar que la estima será más grande? Quizás en el retraso en la preparación y en la profesión de los compromisos podría encontrarse una solución parcial. Pero también probablemente sea en una fe más grande y en una mejor comprensión del ideal religioso que se encuentre la verdadera solución.

Desgraciadamente, las infidelidades a nuestras constituciones, las cuales nos hemos comprometido a observar, son más y más frecuentes. Por cierto, los capítulos generales extraordinarios son invitados a revisar estas constituciones y modificarlas según algunos principios enunciados por el Concilio y por los decretos. Para eso se preparan todas las sociedades religiosas. Si una cierta tolerancia puede existir sobre algunos aspectos poco importantes de estas constituciones, uno queda estupefacto al ver a veces con cuánta inconsciencia, para no decir con qué desprecio, se consideran los compromisos tomados solemnemente ante la Iglesia y ante Dios. Algunos superiores se creen verdaderos legisladores y que tienen ellos solos la autoridad del capítulo general. Que no se hagan ilusiones; en esos casos la víctima siempre es la autoridad, y por consiguiente, Dios, en cuanto Dios pueda ser víctima de nuestras faltas y de nuestras infidelidades. Pues el desprecio de los compromisos por parte de quienes tienen responsabilidades no puede dirigirse más que contra estas autoridades. No tener en cuenta las constituciones ahora, vale para el futuro. No habrá más razones para obedecer a las futuras constituciones que a las de hoy.
Los superiores que obran así se arriesgan a causar graves infortunios a quienes en su comunidad son fieles a sus compromisos. Los privan de gracias particulares vinculadas a esta fidelidad. Entonces, hay que ser muy circunspecto y prudente en esta manera de obrar, so pena de recibir los reproches que Dios destina a los servidores infieles.

Esta tendencia actual a la infidelidad es desastrosa, tanto hacia la unión con Dios, como en relación a la vida de familia en la congregación misma. Es que la fidelidad es vecina de la sencillez, mientras que la infidelidad es vecina de la duplicidad. ¿Cómo se puede tener relaciones de filiación verdadera y confiada con Dios, si nuestra actitud es falsa y doble? ¿Cómo puede reinar una atmósfera de confianza entre los miembros de una sociedad sin la fidelidad a una palabra dada?

Es tiempo de que cada uno se examine sobre esta linda virtud de fidelidad que hace honor a aquel que la posee, que le procura una reputación de lealtad y le adquiere a justo título la confianza de su prójimo y, sobre todo, la confianza de Dios. “Euge, serve bone et fidelis, quia super parva fuisti fidelis, supra multa te constituam”. Tal será la palabra con la cual el Señor nos acogerá, si hemos sabido ser fieles en todas las cosas.

Monseñor Marcel Lefebvre

Carta Pastoral n° 37
(“Avisos del mes”, septiembre-octubre de 1967) 

STAT VERITAS

domingo, 25 de septiembre de 2016

SAN PÍO X Y EL MODERNISMO


ALOCUCIÓN “EL GRAVE DOLOR” 
(27 de mayo de 1914)

En ocasión de la imposición del birrete a los nuevos Cardenales, el Papa les recuerda el deber de mantener la integridad de la fe contra las tendencias modernistas, que se encuentran en el interior del ambiente eclesial.

San Pío X comienza la Alocución recordando a los purpurados que deben ser para él ayuda válida “para resistir los astutos asaltos, los cuales ha señalado la Iglesia, no tanto por parte de abiertos enemigos, sino especialmente de sus mismos hijos”[i]. El Pontífice recuerda de nuevo que el peligro del modernismo está precisamente en mostrarse aparentemente hijo de la Iglesia para sabotearla desde su interior de manera astuta, o sea, con la falsedad y el engaño.

Los modernistas -dice San Pío X- están impregnados de “ciertas ideas de conciliación entre la fe con el espíritu moderno, ideas que conducen mucho más lejos de lo que se piensa, no sólo al desvanecimiento, sino a la pérdida total de la fe”[ii].

Esta frase nos ayuda a comprender la gravedad de la situación actual a partir del Concilio Vaticano II, época en la que los hombres de Iglesia quieren dialogar con el mundo moderno, o sea, con la filosofía de la modernidad idealista[iii].

El resultado de este “diálogo” ha sido el predicho por San Pío X, no sólo el desvanecimiento, sino la pérdida total de la fe, ya que, si se desposa la doctrina cristiana con el subjetivismo idealista, entonces del cristianismo permanece sólo el nombre, pero desaparece la sustancia. Dios no es ya un Ser real y objetivo independientemente de lo que piensen los hombres, sino que es el producto del pensamiento humano y, de esta manera, todos los dogmas y la Ley divina son interpretados subjetivamente y no tienen valor objetivo.

“No es nuevo -continúa San Pío X- encontrarse con personas que manifiestan dudas e incertidumbres, y también afirmaciones sobre errores manifiestos, cien veces condenados, y, no obstante, están persuadidos de que no haberse alejado jamás de la Iglesia, porque alguna vez han cumplido las prácticas cristianas”[iv].

Los modernistas dudan de las verdades de fe y se adhieren a los errores evidentes ya condenados por la Iglesia; piensan hacer parte todavía de ella, pero se han alejado mucho. Sin embargo, aparentan que no pasa nada y se comportan como si fueran todavía miembros de la Iglesia para poderla arruinar y reconducir desde dentro según sus propósitos.

“¡Oh -exclama el Papa- cuántos navegantes, cuántos pilotos y, Dios no lo quiera, cuantos capitanes haciendo compromisos con las novedades profanas y con la conciencia mentirosa del tiempo, en vez de llegar al puerto, naufragaron![v]. Terribles son estas palabras: no sólo los “navegantes”, o sea, los fieles, sino también los “pilotos”, es decir, los sacerdotes, y los “capitanes”, es decir, los obispos, en gran número, naufragaron en la fe y en la obra de la salvación dialogando con la modernidad y con la falsa filosofía del mundo moderno.

Al final de su Pontificado, el papa Sarto manifiesta ser muy consciente de que muchos sacerdotes y obispos se dejaron cegar por la falsa doctrina modernista.

Hoy nos toca a nosotros. No nos dejemos encantar por las sirenas del neo-modernismo, que nos invitan a banquetear con ellas para corromper nuestra fe, si no queremos también nosotros naufragar y no llegar al puerto de la salvación.

El Papa exhorta a los cardenales a la unión con él en la lucha contra el modernismo: “en estas duras condiciones tengo precisamente necesidad del válido y eficaz concurso de vuestra obra. […]. Predicad a todos, pero especialmente a los eclesiásticos, que nada disgusta a Nuestro Señor Jesucristo, y por tanto a su Vicario, como la discordia en materia de doctrina, porque en las desuniones y en las disputas Satanás vence siempre”[vi].

Pésense las palabras. “En estas duras condiciones”: San Pío X comprendió muy bien lo grave que es la crisis que ha producido el modernismo en el seno de la Iglesia en el lejano 1914. No nos ilusionemos con que en 2016 las cosas no sean tan graves como dicen los que son ridiculizados como “profetas de desventuras”. Si se entra en el camino del modernismo se va seguramente hacia el naufragio como nos advirtió el papa Sarto. Es necesaria, por el contrario, la unidad de doctrina, la verdadera fe y el repudio de los halagos modernistas. Sin esta unidad doctrinal, vencerá Satanás y caeremos en sus redes.

Para no caer en la trampa puesta por los modernistas es necesario que se evite su compañía y la lectura de sus libros, porque “es difícil manejar la pez y no mancharse”[vii].

San Pío X recuerda que “son hijos devotos del Papa aquellos que obedecen a su palabra y lo siguen y no aquellos que estudian todos los medios para eludir sus órdenes”[viii]. En efecto, los modernistas para sustraerse a las condenas papales iban diciendo que las Encíclicas y los documentos de condena del modernismo no eran obra del Papa, sino de los malvados cardenales que lo circundaban y lo influenciaban de mala manera.

* * *

Ha sido justamente observado que, en esta alocución, San Pío X manifiesta su “grave dolor” por la soledad en la que es abandonado por sus colaboradores naturales (obispos y cardenales) en la lucha contra el modernismo. También su sucesor Benedicto XV confesará haber considerado exageradas las denuncias de San Pío X contra el modernismo y haber comprendido la gravedad de la situación sólo cuando ascendió al solio pontificio (teste ex auditu en el estudio de la sección histórica para la causa de los Santos).

Joseph

SÍ SÍ NO NO

[Traducción de Marianus el Eremita]

[i] U. Bellocchi (a cargo de), Tutte le Encicliche e i principali Documenti pontifici emanati dal 1740, Città del Vaticano, LEV, vol. VII, Pío X, 1999, p. 514.
[ii] Ivi.

[iii] Juan XXIII, en el Discurso de apertura del Concilio (11 de octubre de 1962), dijo: “llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que […] van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando. […]. Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed. 1971, p. [39]. Pablo VI, en el Discurso de apertura del 2º periodo del Concilio (29 de septiembre de 1963), confirmó: “el Concilio tratará de tender un puente hacia el mundo contemporáneo” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed., 1971, p. [109]). Todavía Pablo VI en la Homilía de la novena sesión del Concilio (7 de diciembre de 1965) llegó a decir: La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. […]. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […]. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferirle siquiera este mérito y reconocer nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre. […]. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. […]. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimente diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bologna, IX ed., 1971, p. [282-283]). También Pablo VI confirmó que la Iglesia contemporánea va buscando “algunos puntos de convergencia entre el pensamiento de la Iglesia y la mentalidad característica de nuestro tiempo” (Osservatore Romano, 25 de julio de 1974). Y hoy, Francisco I responde a Eugenio Scalfari: “El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer” (Reppublica, 1 de octubre de 2013, p. 3). Y no se puede decir que no lo esté haciendo.

[iv] U. Bellocchi (a cargo de), Tutte le Encicliche e i principali Documenti pontifici emanati dal 1740, Città del Vaticano, LEV, vol. VII, Pío X, 1999, p. 514.

[v] Ibidem, p. 515.

[vi] Ivi.

[vii] Ivi.

[viii] Ivi.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

¿SATANÁS DESATADO?



Estimado sí sí no no,

He escrito estas amargas consideraciones para desahogarme un poco ante todo lo que está sucediendo en Italia y en el mundo, sobre todo en los países islámicos, contra los cristianos, y, de manera especial, y a la promoción de la inmigración salvaje de musulmanes en Europa, con la total indiferencia de todas aquellas organizaciones internacionales que, más allá de las palabras, no saben hacer nada. Para no hablar de ciertas intervenciones papales y de eclesiásticos varios que hacen llorar y alejan de la Iglesia a las personas con una fe débil.

* * *

Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconoceréis. ¿Se recogen quizá uvas de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol bueno da frutos buenos, pero todo árbol malo da frutos malos… Por los frutos, pues, los reconoceréis” (Mateo 7,15-20). “Porque no hay árbol malo que dé frutos buenos: en efecto, cada árbol se reconoce por sus frutos. No se recogen higos de los espinos ni uva de la zarza” (Lucas 6,43-44).

Esto nos dice el Evangelio. Por tanto debemos juzgar las acciones, los comportamientos, del hombre, por las consecuencias que se derivan de ellos: si estas son buenas y dan resultados útiles para el hombre, para la sociedad en general, quiere decir que ese hecho era, no sólo oportuno, sino también necesario y beneficioso; si, por el contrario, de esa acción se derivan situaciones de malestar y empeoramientos en general para la mayoría de los individuos, quiere decir que lo que se ha hecho era, no sólo peligroso, sino nocivo tanto e sentido material como moral.

A la Beata Ana Catalina Emmerick, en 1820 le fue revelado que alrededor de 80 años antes del año 2000 satanás sería liberado de sus cadenas y tendría libertad de acción en el mundo, tentando a la Iglesia en las personas consagradas y en sus fieles con el fin de destruirla. Dicha situación duraría alrededor de un siglo.

El papa León XIII, en la mañana del 13 de octubre de 1884, después de haber celebrado la santa Misa, quedó inmóvil, como en éxtasis, ante el sagrario durante cerca de diez minutos. Cuando volvió en sí, contó a sus colaboradores que había asistido a un diálogo entre Nuestro Señor y satanás. Este último, con gran descaro, sostenía que habría destruido la Iglesia si hubiese tenido, durante un periodo de 100 años, plena libertad de acción frente a los hombres que la representan, es decir, las personas consagradas. El Señor aceptó este reto, concediéndole el tiempo solicitado y la libertad de acción.

El Papa quedó horrorizado y turbado por lo que había oído y, habiéndose retirado a sus estancias, escribió la oración “Sancte Michael Archangele”, para implorar la protección de la Iglesia contra tal peligro, ordenando que fuera rezada, de rodillas, al final de cada santa Misa. Después de la reforma litúrgica post-conciliar, esta oración desapareció del ritual (como tantas otras cosas) haciendo desaparecer así un válido amparo contra este ataque diabólico.

* * *

El Papa Roncalli, el 25 de enero de 1959, en la basílica de San Pablo, anuncia la convocación de un concilio ecuménico, sin consultar previamente a nadie, dejando perplejas a muchas personas.

En este momento conviene recordar que Roncalli fue compañero de estudios de teología en el seminario del Apollinare de Roma, en los primeros años del siglo XX, de Ernesto Buonaiuti, que llegó a ser sacerdote y después fue excomulgado por su adhesión al modernismo.

Leí en algún lugar, pero no recuerdo dónde, que, cuando Roncalli era secretario del Obispo de Bérgamo, Radini Tedeschi (desde el 9 de abril de 1905 hasta la muerte de este último, acaecida en 1914), hablando con un amigo sacerdote decía que, aunque compartía las ideas de Buonaiuti, no era oportuno manifestar demasiado sus simpatías para no perjudicar su carrera.

Teniendo en cuenta de lo que se ha dicho, una vez visto que la decisión de convocar el Concilio fue tomada en total soledad, dejando perpleja a la mayoría misma de los cardenales y de los obispos, ¿no surge, quizá, la sospecha de que la inspiración de convocar el Concilio no viniera del Espíritu Santo sino del maligno? Brevemente, ¿es posible que el Papa fuera un instrumento inconsciente para actuar su obra demoledora convocando el Concilio, que habría traído consecuencias trágicas en el mundo religioso y civil? Esta hipótesis mía hará quizá torcer la boca a muchas personas.

* * *

El porqué de esta pregunta deriva del examen de la vivencias y de los hechos que sucedieron tanto en campo religioso como civil después de la celebración del Concilio y cuando se empezaron a aplicar sus directivas.

La revolución del 68 trajo a la calle la violencia, causando lutos y dolores en muchas familias, el desconocimiento de la autoridad en la familia y en la sociedad, la decadencia en la escuela y en la universidad, la inmoralidad extendida, la pedofilia, el divorcio, el aborto, la eutanasia, la despenalización de las drogas, y ahora el reconocimiento de las uniones del mismo sexo, que pretenden ser equiparadas a la familia establecida por el derecho natural.

Todo capricho, todo deseo, aun el más extraño e insensato, es reclamado como un derecho; y aunque tales exigencias provengan de minorías, son sostenidas con fuerza por los medios de comunicación y por la libre interpretación de algún juez, con el resultado de que, después de tanto ruido, consiguen obtener todo, con la más completa indiferencia de la mayoría de las personas, que han perdido todo punto de referencia moral. (En no mucho tiempo se pedirá el amor libre con niños y menores y quizá también el derecho de casarse con animales, en nombre de la más completa libertad sexual).

En la Iglesia la situación es desastrosa: cada uno hace lo que quiere, la obediencia ya no existe, los seminarios, los conventos, están vacíos, los sacerdotes, vestidos como pordioseros, van con pantalones cortos y camisetas, sin ningún signo distintivo de su ministerio; basta pedir perdón a diestra y siniestra y estar preparado a profesar y sostener todas las ideas que atraigan el consenso, creyendo así ser simpáticos y bien acogidos por el mundo, pero olvidando que Jesús dijo: “me han odiado a Mí y os odiaran también a vosotros”; estos, por el contrario, no quieren ser odiados, sino buscados, glorificados, a la moda, siempre en la televisión, en primera fila, divagando sobre sus ideas buenistas y pacifistas, sin nombran nunca a Jesús.

Ya que la Iglesia es el “Cuerpo Místico de Cristo”, no ha cometido nunca errores y no tiene necesidad de pedir perdón a nadie. Son los hombres que la representan los que, en cuanto seres débiles y pecadores, puede haber cometido errores y equivocaciones, pero no sé qué sentido tiene pedir perdón por errores cometidos siglos atrás por eclesiásticos que vivían en aquel tiempo, con todas las problemáticas que ciertamente no podemos considerar completamente con la mentalidad actual.

Es verdad, los tiempos son tristes y oscuros, pero las palabras del Señor y de la Virgen son claras e inequívocas: “no prevalecerán” y “mi Corazón Inmaculado triunfará”. Bienaventurados los que se encuentren viviendo en aquel momento.

Carta firmada

SÍ SÍ NO NO

[Traducido por Marianus el Eremita]


martes, 20 de septiembre de 2016

LUTERANOS DE CORAZÓN


No sabría describirlos adecuadamente. Me recuerdan a aquellos de los que hablaba el Señor cuando decía que quien miraba a una mujer deseándola, ya había adulterado con ella en su corazón. En aquellos tiempos, todavía no se había publicado la Amoris Laetitia y las cosas eran más estrictas. Bueno, el caso es que cuando yo veo a tantos y tantos mirando con el rabillo del ojo el protestantismo, regodeándose en sus virtudes y maravillas, ensimismándose con la doctrina y personalidad de ese benefactor de la Humanidad que fue Lutero, se me hace fácil la analogía con las palabras del Señor: Ya se hicieron protestantes en su interior, ya se protestantizaron en su corazón. El que mira el luteranismo deseándolo, ya se unió a él en su corazón.

Tenemos entre los miembros de nuestra Jerarquía muchos socios del Club del Embobamiento Luterano. Socios de Honor. Han hecho lo posible y lo imposible por protestantizar la Iglesia en muchas cuestiones graves. Pero han conseguido que en el día a día de los fieles llamados católicos, se haya introducido el protestantismo como quien no quiere la cosa. Sin enterarse. Si ahora mismo hiciéramos una encuesta sencilla, -entre los que nos rodean-, sobre la doctrina católica, nos llevaríamos una sorpresa. Hay muchos luteranos entre los catequistas, ministros sin ordenar y ministros ordenados, monjas sin toca y monjas retocadas. Hasta el pueblo ha llegado el olor a oveja que han diseminado los malos pastores.

Casi se podría decir que entre el pueblo fiel, excepto la devoción a la Virgen que todavía existe en pueblos y villorrios, se suele pensar que lo importante es la fe y las obras sirven de poco, que la Biblia la puede interpretar cada uno a su antojo, que la Iglesia católica no es la única verdadera, que los sacerdotes son meros representantes de los laicos, que la Misa es una Cena, que la Eucaristía es un símbolo de Cristo pero nada más, que los curas y frailes estarían mejor casados, etc, etc.

Estas gentes han sido adoctrinadas durante los últimos cincuenta años por teólogos, párrocos y jerarcas que ya no creían en las verdades católicas y habían llegado a ser protestantes de corazón. Recuerdo a un fraile compañero mío que comenzó a explicar a los novicios la Historia de la Reforma y fue avanzando con tanto brío, que al final él mismo se reformó y se hizo protestante contra todo lo que oliera a doctrina católica.

Si el problema lo podemos ilustrar desde abajo, no hablemos de lo que tenemos arriba. Ya he dicho que los doctores y teólogos fueron los primeros en cabeza. Aunque -todo hay que decirlo-, hubo también quienes se negaron a seguir semejante locura. Pero hemos tenido que sufrir en los cincuenta años precedentes gran cantidad de lobos rapaces que andaban encandilados con Lutero. Y ahora son multitud. Desde aquel Cardenal Bea (jesuíta por cierto), con su decreto de ecumenismo vaticanosegundista hasta los cardenales actuales, joyas del embobamiento por Lutero y sus hijos espirituales, hay sólo un paso. Y si Juan Pablo II besó el Corán, pues entonces a los escritos de Lutero habrá que incensarlos con toda solemnidad, digo yo. Koch, Schöborn, Marx y muchos otros capelos germánicos, han arrastrado también a capelos anglosajones, yanquis y mediterráneos por esta vía maravillosa del ecumenismo memo, que es ese ecumenismo que consigue que los propios se pasen al bando contrario, tras escuchar una predicación en la que se ensalza el bando contrario.

En estos días lúcidos que vivimos, tenemos el impulso de Francisco como carnet de pedigrí del encantamiento por Lutero. Próximamente se celebrará el 500 aniversario de la división y destrucción de la Cristiandad. Se celebrará ensalzando y ponderando las virtudes de quien la hizo posible. Y muchos católicos tan campantes. Y muchos obispos, tan encantados de la vida. Y Francisco, a Suecia. Merece la pena un viaje para honrar y festejar a uno de los mayores ultrajadores, insolentes, profanadores, deslenguados y despotricadores contra la Santa Madre Iglesia. Destructor de los Sacramentos y de la Santa Misa.

Para Francisco, Lutero fue un hombre bueno. Un reformador de las malas costumbres de aquellos papas renacentistas totalitarios que no gobernaban sinodalmente como se hace ahora (ejem). Aquella Roma corrupta, y no la Roma de ahora (ejem). En la que se vendían las indulgencias, no como ahora en la que se venden las nulidades matrimoniales (ejem).

Habría para escribir un libro. Ya comenté algo cuando se dio la magna noticia. Eso era en aquel lejano enero de 2016. Mucho ha llovido desde entonces, en este Pontificado tan lleno de sorpresas. No se canonizará oficialmente a Lutero en Lund, pero se ejemplificará la Reforma Luterana como algo necesario y bueno para la Cristiandad. Pobre Jorge Bergoglio cuando tenga que explicar esto en algunos Tribunales de los que nadie se puede burlar. Y pobrecitos los luteranos de corazón que le acompañan en la Comparsa Herética. Lucharemos por la paz juntos, venceremos a la pobreza juntos, y haremos desaparecer el catolicismo juntos.

Menos mal que después, llegará Nuestro Señor.


sábado, 17 de septiembre de 2016

LOS AMIGOS DE LA CRUZ - SAN LUIS Mª GRIGNION DE MONTFORT




Ver y descargar aquí: Los amigos de la Cruz


MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN - 46



EL SANTO ESCAPULARIO PROTEGE LA CASTIDAD 
DE UNA DONCELLA FERVOROSA

El venerable P. Fr. Alonso de la Madre de Dios, en un manuscrito que pude, tras examen pericial, identificar hace un par de años, nos refiere que, por el año 1611, en que él se hallaba de conventual en Salamanca, un demonio lascivo, en ademán y figura de arrogante galán, apuesto y bellísimo, se dio en perseguir o asediar a una doncellita recatada, de familia distinguida, que llevaba con gran devoción el Santo Escapulario de nuestra Madre del Carmen.

Empleó toda suerte de ardides y astucias para hacerla caer en sus redes, sin que jamás hallase un resquicio su diabólica perfidia, para hacer que se detuviese ni un instante en pensamiento contrario a la virtud angélica.

Mientras mayores eran los asedios del común enemigo, más invicta era la fortaleza de esta fiel amadora de la castidad.

El Dios de las misericordias, que para aumentar en su sierva amadísima la corona de sus méritos permitió que el demonio la tentase sobremanera, no consintió que la oprimiese con violencia, ni que osara tocar aquel templo vivo del Espíritu Santo. Cuando más arreciaba en sus asaltos, y el diablo, con palabras y movimientos obscenos, solicitaba su consentimiento, ella, levantando la parte anterior del Santo Escapulario, que jamás se quitaba, cubriéndose con él los ojos y besándolo con fervor, lo oponía al demonio como su escudo protector, sintiéndose ella inundada de celestial pureza en su alma y en su cuerpo, y aquella bestia infernal en figura de mancebo, viéndose vencido, lanzaba improperios y maldiciones contra el Escapulario, viendo que por él era vencido de una frágil doncella, y así unas veces con halagos, otras con espantos y amenazas, la instaba a que se quitase la librea de los hijos de la Virgen; mas ella, conocedora de la virtud del Escapulario, mientras más arreciaba Lucifer en sus asaltos, más veneraba ella su Escapulario y lo estrechaba fervorosa contra su corazón ; hasta que Dios fue servido de librarla del maligno espíritu, haciendo que éste, confundido, la dejara, para no molestarla más en el resto de su vida, según manifestó a su director.

Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

PROFECÍAS DEL BEATO JOAQUÍN DE FLORA SOBRE EL GRAN PAPA Y EL GRAN MONARCA

El Beato Joaquín, napolitano, monje cisterciense, y abad de Corazzo y de Flora, fallecido a fines del siglo XII, fue un prodigio de santidad y don de profecía. Su historiador Dom Gervasio, abad de la Trapa, dice que, exceptuados los sepulcros de los Apóstoles, en ningún sepulcro de Santo se han obrado tantos y tan auténticos milagros como en el del Beato Joaquín; y añade que ningún Santo hizo tampoco tantas y tan respetables profecías como él.

Beato Joaquín de Flora

Hemos leído varias de sus profecías en la Biblioteca nacional de Paris, contenidas en un infolio impreso en Venecia en 1516. Adrién Peladán dice en el Nouveau Liber Mirabilis que posee una edición posterior de dichas profecías (Venecia, 1605), y de ella copia la que conviene a su libro y nos conviene a nosotros, que es la referente al Gran Monarca. Es una profecía rarísima, hecha con grabados, cada uno de los cuales tiene un lema: parece un pequeño Apocalipsis en figuras o imágenes. Contiene quince grabados (nosotros poseemos algunos), todos relativos al gran hombre, desde poco antes de su nacimiento hasta su victoria general; pero alude también, y quizá más particularmente, a los Sumos Pontífices que habrá en todo este tiempo.

Peladán declara que comprendió en parte estas figuras, por lo cual las describe y explica. Seguiremos sus descripciones, acomodándonos a sus explicaciones, y escogeremos solamente las figuras que más hacen al caso.

Grabado III.—«Una especie de Hércules levanta su maza sobre el Papa, como queriendo aplastarle, el Papa le opone las llaves de San Pedro y se mantiene en actitud serena, echando la cabeza atrás. Una cabeza se asoma por los pliegues de su manto, hacia el suelo, y mira al Hércules como emplazándolo para un día en que le pedirá cuentas. Esta cabeza es la del Gran Monarca, todavía niño. El Pontífice es Pío IX, a quien se aplica muy bien el lema del grabado: Soportará duros trabajos».

Grabado VI.—«También representa este grabado la monarquía proscripta, la de Italia, la de España, otras quizá, caminando con el cetro convertido en tridente. Las puntas del tridente se apoyan en el pecho de una paloma que todavía lleva en su pico el ramo de olivo: es la Religión inmolada... Un religioso lee sentado un libro y parece pronunciar la sentencia de reprobación, o sea el lema que dice: Entraste: por el fraude, reinaste por la fuerza, perecerás en los tormentos»,

Se nos burlaron algunos cuando dijimos que el Gran Monarca pertenecería de algún modo a la jerarquía eclesiástica. No nos atrevimos entonces a hablar más claro. Aquí lo ven ahora, no sólo eclesiástico, si no religioso. Aunque no fueran tan explicitas esta y otras profecías, lo que dicen todas no puede explicarse si el Gran Monarca no pertenece al estado del Regente de Cisneros, Ramiro de Aragón y Casimiro de Polonia: Rey y Sacerdote secundunt ordinem Melchisedech.

Grabado VII.—«Aquí hallamos el árbol de antes; un fiero dragón apoya en el tronco sus patas delanteras, y un Pontífice levanta la mano y le manda. Detrás del Pontífice hay un cuervo. El lema es: LOS VARONES FUERTES SERÁN PROBADOS POR LA ENVIDIA».

¿A quién dirá el lector que representa el cuervo? Al Gran Monarca, Al religioso de antes, ya por el color, ya por las excelentes cualidades que esta ave de rapiña tiene cuando se la ha domesticado. La misma profecía lo explicará; nuestros lectores valencianos y catalanes no harían mal en consultar los diccionarios de su lengua.

Grabado IX.—«La Iglesia, en la persona del Pontífice infalible, está aquí armada contra un falso profeta (creemos conocer a este pestilente sujeto), representado por una cabeza con tiara; pero en vez de piernas tiene el falso profeta una cola de dragón. El Pontífice tiene en su mano izquierda las llaves, sobre las cuales está posado el cuervo, que aquí es símbolo de la amistad como el de Elías en el desierto. El Pontífice lleva unas varas en su derecha, y de su boca sale la espada de las justicias de Dios. El Cordero Pascual, defendido por esta espada se pone al amparo del Pontífice. El lema es: Esta imagen representa el combate de la Iglesia con los apóstatas».

Después del cisma anunciado por este grabado y de las guerras que le han de acompañar, lo cual anuncian asimismo cien profecías más, viene el desenlace de todas, esto es, el triunfo de la Iglesia y del Gran Monarca, que empieza en el

Grabado X.—«La Tiara y la corona real se hallan unidas por un lazo común. Un cuervo con aureola bate las alas delante del Soberano Pontífice. Seis estrellas resplandecen en un triángulo, bajo la mano del Papa, y el lema dice: Alumbrará seis planetas y finalmente eclipsará su brillo. Este es un doble triunfo: el del Pontífice Santo, unido al del Gran Monarca».

Entre otras versiones, puede entenderse que son seis naciones los seis planetas; pero el triunfo todavía no es completo.

Grabado XI.«El Papa se reclina sobre la Cruz: el Cordero está a sus pies, y cerca de éste el cuervo amigo. El Pontífice tiene las llaves en la izquierda. Una serpiente se endereza para morder esta mano, y no puede. La serpiente es la revolución, el ateísmo y la herejía que acaban. El lema dice:

Lavará su estola en la sangre del Cordero.

He aquí, en fin, la victoria definitiva y la paz general, de acuerdo con todas las profecías:

Grabado XII.—«El lobo habitará con el Cordero y tendrán unión, dice el lema, lo cual alude a la paz que unirá los corazones en este reinado de Dios: los pecadores, convertidos, formarán un solo redil con los justos. El Pontífice tiene las llaves en una mano, y en otra el cuchillo que extirpa el error. La corona real está a sus pies, señal de la unión íntima del altar y del trono. Un lobo, apoyado en una espada, rinde homenaje al Obispo de Roma».

A este lobo aluden expresamente varias profecías. Con la conversión y la paz vienen el Concilio, los cánones, leyes, interpretación del Apocalipsis y demás Escrituras, según dijimos en el núm. 14 de Luz Católica, pág. 211 col. 2.a Así lo indica el

Grabado XIII.—«Hay sobre el Papa una mano celestial que le protege. El Papa, in chatedra, tiene en sus manos las llaves y unas varas, y el cuervo amigo bate vivamente las alas. Un ángel señala al firmamento desde una nube brillante, y pronuncia el lema que es: Sólo él abrirá el libro escrito por el dedo de Dios vivo».

Los grabados XIV y XV se refieren a lo que sucederá desde entonces hasta el Anticristo.


Apología del Gran Monarca 1ª Parte,
paginas 25, 26, 27, y 28.
P. José Domingo María Corbató
Biblioteca Españolista. Valencia-Año 1904

martes, 13 de septiembre de 2016

FOTOS DE LA VISITA DEL R. P. ALTAMIRA A LA MISION DE CIUDAD JUAREZ, MEXICO

















VISITA DEL R. P. CARDOZO A LA MISION SAN MIGUEL ARCANGEL EN TUCUMAN, ARGENTINA

Fotos de la visita del R. P. Cardozo a la Misión San Miguel Arcángel en Tucuman, Argentina, con la renovación de la Consagración al Inmaculado Corazón de María y rechazo del Concilio Vaticano II.











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Fotos también de la visita del R. P. Altamira a la Misión Cristo Rey en Chihuahua, México.
Esperamos contar con la visita del R. P. Altamira futuramente.














lunes, 12 de septiembre de 2016

MILAGROS EUCARISTICOS - 48


CADENAS DESATADAS 
Año 604, Lethe Persia 

La Sagrada Eucaristía ofrecida en el santo sacrificio de la Misa, aprovecha no sólo a los difuntos, mas también a los vivos por quienes se aplica, siendo en muchísimas ocasiones el consuelo y alivio de los pobres cautivos cristianos, arrojados por los infieles en las más horribles mazmorras. 

En confirmación de esta verdad, San Juan el Limosnero, patriarca de Alejandría en el año 608, solía referir a sus feligreses el hecho en su tiempo reciente, de un joven natural de Chipre que tuvo la desgracia de caer en manos de los persas y fue llevado cautivo a una lejana y obscura cárcel de Lethe, donde le cargaron de grillos y cadenas. 

Varios de los presos que allí estaban supieron burlar un día la vigilancia de los guardas y huyendo se fueron a Chipre. A la noticia de su llegada corren a su encuentro los padres del joven cautivo, para preguntarles si sabían de él, a lo cual respondieron, confundiéndole con otro, que había fallecido y que ellos mismos le habían dado cristiana sepultura. 

Al recibir tan triste noticia fue grande el desconsuelo de los padres, brotando de sus amantes corazones los sentimientos del más profundo dolor; pero no se olvidaron en su aflicción de hacer celebrar tres veces al año, Misas en sufragio del hijo que creían difunto, hasta que después de cuatro años, habiendo éste podido escapar de tan dura prisión se embarcó para Chipre, apareciendo inopinadamente entre sus deudos y allegados. 

No hay para qué ponderar la grata sorpresa que todos experimentaron cuando contemplaban con sus propios ojos al supuesto difunto, hasta que algún tanto calmadas emociones tan vivas, empezó el hijo a referir, una por una, las innumerables penalidades sufridas en su largo cautiverio. 

Dijéronle luego los padres cómo hacían celebrar tres veces al año en los días de los Santos Teófanes y en la semana antes de Pentecostés, Misas por él, a lo cual después de reflexionar un momento, respondió que coincidía precisamente con los tres días del año que en la cárcel se le aparecía radiante de luz y claridad un joven de incomparable hermosura, el cual de un modo invisible le desataba las cadenas y entonces se movía libremente por doquiera sin ser visto ni molestado de nadie, pero al día siguiente, sin saber cómo, se encontraba de nuevo atado con ellas. 

La relación de este prodigio hizo que todos reconocieron haberse obrado en virtud del santo sacrificio de la Misa, ofrecido para bien de un hijo que se suponía difunto, y le aprovechó vivo, aliviándole en su triste y penosa condición de cautivo cristiano. 

San Juan el Limosnero murió hacia el año 615 en Amathonte (isla de Chipre), y la Iglesia le con- memora el día 23 de enero. 

(Surio, Vida de San Juan el Lismonero, §25.—Baronius, Annales Ecclesiastici, tom. 8, pág. 238, litt. e, pág. 289, litt a.)


P. Manuel Traval y Roset


LA MISA MALTRATADA - SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO



Ver y descargar aquí: La Misa Maltratada



domingo, 11 de septiembre de 2016

MÁRTIRES POR LA SANTA MISA


Thomas Cranmer

En febrero de 1601, en Tyburn, cerca de Londres, dos hombres eran ahorcados: un cierto Filcock y un tal conocido como Barkworth. La acusación era la de traición porque eran sacerdotes. En realidad los dos amigos eran sacerdotes católicos y eran condenados a la horca por el odio anglicano contra la Fe católica. Poco antes de morir, el padre Filcock tuvo todavía la fuerza de decir con alegría: “Este es el día en que actuó el Señor”.

El padre Filcock y el padre Barkworth eran sólo dos de los mártires católicos inmolados desde cuando Enrique VIII en 1534 se había separado de la Iglesia de Roma y se había autoproclamado cabeza del anglicanismo: desde aquel año hasta 1681 los mártires católicos ingleses fueron miles y miles: muertos bajo Enrique VIII, bajo Isabel I y sus sucesores.

Los primeros fueron un grupo de Cartujos que el 4 de mayo y el 19 de junio de 1635 inmolaron su vida en las horcas de Tyburn por no haber querido separarse de la Iglesia católica. Víctimas ilustres de Enrique VIII fueron el cardenal John Fisher y Tomás Moro, el gran Canciller del Reino, que pagaron con el supremo sacrificio de sí mismos el rechazo a reconocer la “supremacía” del rey.

La obra de Cranmer

En 1533 se convirtió en el primer arzobispo anglicano de Canterbury Thomas Cranmer (1489-1556), que odiaba la Misa católica y negaba la doctrina de la transubstanciación y de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Bajo el reino del jovencísimo rey Eduardo VI, Cramner avanzó de manera astuta y determinada hacia la eliminación total del Santo Sacrificio de la Misa, publicando en 1594 el primer “Book of Common Prayer”, un texto ambiguo que intentaba transformar la S. Misa en la cena protestante, hecho que será evidente con el segundo “Book of Common Prayer” de 1552.

La “nueva liturgia”, verdadera negación de la S. Misa católica, habría debido desarraigar el Catolicismo inglés que ahondaba sus raíces en los primeros siglos de la Era cristiana. Desgraciadamente la tristísima operación estaba destinada en gran parte al éxito. Cuando subió al trono Isabel I en 1559, con el Acto de uniformidad fue prohibida la Misa católica (llamada “Misa papista”) y fueron impuestas a los ingleses las herejías luteranas y calvinistas y fue proclamado que el Catolicismo había sido sólo un acervo de invenciones diabólicas. Con implacable odio anticatólico, Isabel hizo obligatorio bajo gravísimas penas pecuniarias la participación al nuevo culto anglicano establecido por Cranmer.

Los Obispos “recusantes” todavía fieles a Roma fueron sustituidos con otros más dóciles a la reina, mientras que cada vez más sacerdotes y fieles acabaron en la cárcel, destinados pronto al patíbulo. Iniciaba así la era de los Mártires de Inglaterra y la sangre de los Católicos, por millares, comenzó a empapar el suelo británico.

En 1586 Guillermo Allen (1532-1594), futuro cardenal, fundó en Douai y más tarde en Reims, en Francia, un Seminario para la formación de jóvenes sacerdotes ingleses para enviarlos a su patria para convertir a los anglicanos. Del mismo modo, en 1578, el Colegio inglés de Roma, siendo también Allen su auspiciador, fue transformado en Seminario con el mismo fin.

“Seminarium Martyrum”

Los sacerdotes formados en estos Seminarios, en las Congregaciones y en las Ordenes religiosas, en primer lugar en la joven Compañía de Jesús, fundada por S. Ignacio de Loyola, embarcándose con destino a Inglaterra, ya sabían lo que les esperaba, a veces a su llegada o tras pocos meses de apostolado clandestino: el martirio más atroz. El Colegio inglés de Roma mereció pronto el título glorioso de Seminarium Martyrum, Seminario de los Mártires, y el camino que llevaba de Roma a tierra inglesa se convirtió en la via Martyrum, el camino de los Mártires.

Isabel I odiaba a estos sacerdotes, rotos por las fatigas, dispuestos a inmolar su juventud para asegurar a los católicos ingleses el tesoro más sublime que es el santo Sacrificio de la Misa. El primer mártir fue el padre Cutberto Mayne, descubierto en 1577 y ahorcado el 30 de noviembre del mismo año. Es imposible escribir todos los nombres de estos héroes: viajaban por todas las partes del reino, predicando, confesando, celebrando la S. Misa en las casas de los católicos, donde se daban cita grupos de fieles igualmente heroicos. Cuando la S. Misa era celebrada, los fieles encontraban la fuerza para afrontar cualquier dificultad y también las torturas más atroces si eran descubiertos junto a sus sacerdotes.

Entre tanto Isabel I movilizaba espías y esbirros a la caza de los “papistas” culpables de un solo gran delito: ser sacerdotes y ofrecer el santo Sacrificio de la Misa; o en el caso de los laicos, de permanecer siendo católicos. Entre estos mártires brilla con singular grandeza el joven jesuita padre Edmond Campion, que pudo recoger algún fruto de su obra y enviar una carta a la reina, documento conocido como “la provocación de Campion”, en el cual desmentía la calumnia dirigida a los sacerdotes católicos de ser traidores del Estado y afirmaba su misión exlcusivamente sacerdotal: “Sabed -escribía- que todos nosotros Jesuitas hemos hecho una alianza para llevar con alegría la cruz que vos nos impongáis y para no desesperar nunca de vuestra conversión, mientras haya uno de nosotros para gozar las alegrías de vuestro Tyburn o para soportar los tormentos de las torturas de vuestras prisiones”.

El padre Campion subirá al patíbulo el 1 de diciembre de 1581.

El odio a la Santa Misa

Los fieles laicos que ayudaban a los sacerdotes estaban destinados también a la muerte, como sucedió, por citar un solo nombre, a Margarita Cliterow, que pagó con una muerte atroz la hospitalidad dada a los ministros de Dios. Los edictos de persecución se multiplicaron. En 1585 la reina estableció que cualquier hombre nacido en Inglaterra era reo de alta traición si, tras haber recibido la ordenación sacerdotal en otro país, volvía a poner pie en suelo inglés. ¡La pena era ser ahorcado y después descuartizado todavía vivo!

Los primeros que sufrieron la nueva ley fueron el padre Hug Taylor y el laico Marmaduke Bowes, muertos el 27 de noviembre de 1585 en York. La persecución de Isabel contra los católicos prosiguió hasta su muerte en 1603. La era de los mártires, sin embargo, no terminó y continuo bajo el rey Jaime I (1604-1618). El más ilustre mártir de este periodo es el padre Juan Olgivie, jesuita escocés ahorcado en Glasgow en 1615 con sólo 35 años.

Proclamada la república (1646), el puritano Olivier Cromwell, que odiaba la S. Misa y el Sacerdocio católico, puso una recompensa similar a aquella por capturar un lobo a la cabeza de todo sacerdote; de la Irlanda católica, que nunca había aceptado el cisma y la herejía de Enrique VIII, muchos sacerdotes fueron deportados como esclavos a las islas Barbados y muchas propiedades de católicos fueron confiscadas. También en Irlanda la persecución pretendía extirpar la Fe católica, extinguiendo la fe en la presencia real de Jesús en la Santísima Eucaristía. La última víctima fue el arzobispo Olivier Plunkettt, muerto en Londres el 11 de julio de 1681. La mayor parte de estos mártires, sacrificados no sólo in odium fidei, sino especialmente in odium Missae, han sido elevados a los altares por los Romanos Pontífices desde León XIII.

A su epopeya, Robert Hugh Benson (1871-1914), hijo del Arzobispo anglicano de Canterbury, convertido y devenido sacerdote católico con el apoyo también del papa S. Pío X, dedicó su obra ¿Con qué autoridad?, en la que escribe conmovido “Era la S. Misa la que el gobierno inglés consideraba un delito y era por la Misa que criaturas de carne y hueso estaban dispuestas a morir. Era por la Misa que el católico perseguido poseía una vida espiritual tan profunda que le permitía superar toda dificultad; el alma de esta vida era la S. Misa”. Un siglo después, en su áureo libro La Misa atropellada (1670), S. Alfonso María de Ligorio habría escrito que “abolir la S. Misa es la obra del anticristo” y los mártires ingleses, quizá entre los más eucarísticos de toda la Iglesia, con su sangre dan testimonio todavía hoy de que la Misa debe ser nuestra vida.

Más allá de toda negación de ayer y de hoy, no obstante las profanaciones generalizadas en este nuestro pobre tiempo, en el que las celebraciones de la Misa tienden a reducirse en número hasta sostener que bastaría la dominical, la Misa es y permanece siendo el perenne Sacrificio de adoración a Dios y de expiación de los pecados; es el don que nos ha dejado Jesús nuestro Redentor para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn. 10, 10). Pidamos la gracia de alcanzar también, si es necesario, el martirio para apresurar una auténtica primavera de santidad y de vocaciones en la Iglesia y en el mundo de hoy. Primavera que vendrá sólo en el ámbito de la perenne Tradición de la Iglesia.

Candidus

SÍ SÍ NO NO

[Traducido por Marianus el Eremita. Equipo de traducción de Adelante la Fe]