lunes, 2 de febrero de 2015

LA SEXTA EDAD DE LA IGLESIA QUE COMENZARA CON EL PONTIFICE SANTO Y EL MONARCA PODEROSO - VENERABLE HOLZHAUSER


De la sexta edad de la Iglesia, edad de consuelo
que principiará en el Pontífice santo y Monarca
poderoso, y durará hasta la aparición
del Anticristo.

CAPITULO III. Versículo 7.-1

I. Vers. 7. Y escribe al ángel de la Iglesia de Philadelfia; La sexta edad de la Iglesia comenzará en el Monarca poderoso y el Pontífice santo de quién ya se hablo, y durará basta la aparición del Anticristo. Esta edad será una edad de Consuelo (consolativus), en la que Dios consolará a su Iglesia santa de la aflicción y de las grandes tribulaciones que habrá padecido en la quinta edad. Todas las naciones serán reducidas A la unidad de la fe católica. El sacerdocio florecerá más que nunca, y los hombres buscarán el reino de Dios y su justicia con toda solicitud. El Señor dará a la Iglesia buenos pastores. Los hombres vivirán en paz, cada cual en su viña y su campo. Les será otorgada esa paz por que se habrán reconciliado con el mismo Dios. Vivirán a la sombra de las alas del Monarca poderoso y de sus sucesores. Encontramos el tipo de esta edad en la sexta época del mundo, la que principió con la emancipación del pueblo de Israel, y la restauración del templo y de la ciudad de Jerusalén, y duró hasta la venida de Jesucristo. Porque así como en esa época fue consolado el pueblo de Israel al mas alto grado por el Señor su Dios, siendo libertado de su cautiverio; Jerusalén y su templo fueron restaurados, los reinos, naciones y pueblos sometidos al imperio romano fueron vencidos y subyugados por Cesar Augusto, monarca muy poderoso y distinguido, quién los gobernó 56 años, dio la paz al universo, y reinó solo hasta la venida de N.S. Jesucristo, y aun después; así, en la sexta edad, Dios alegrará a su Iglesia con la mas grande prosperidad. Porque, aunque en la quinta edad no veamos por todas partes sino las mas deplorables calamidades: mientras que la guerra lo devasta todo; los católicos están oprimidos por los herejes y malos cristianos; la Iglesia y sus ministros han sido hechos tributarios; los principados están revueltos; los monarcas entregados a la muerte, los súbditos son desechados, y todos los hombres conspiran a erigir repúblicas, se opera un cambio asombroso por la mano del Omnipotente Dios, tal, que nadie puede humanamente imaginárselo. (1) Porque ese Monarca poderoso, que vendrá como el enviado de Dios, destruirá las repúblicas de arriba a bajo, someterá todo a su poder (sibi subjugabitomnia) y empleará su celo por la verdadera Iglesia de Cristo. Todas las herejías serán relegadas al infierno. El imperio de los Turcos será destruido, y ese Monarca reinará en Oriente y Occidente, Todas las naciones vendrán y adorarán al Señor su Dios en la verdadera fe católica y romana. Muchos santos y doctores florecerán en la tierra. Los hombres amarán el juicio y la justicia. La paz reinará en todo el universo, porque el divino poder atará a Satanás por muchos años, etc; hasta que venga el hijo de perdición, quién de nuevo lo desatará. A esta sexta edad, en razón de la similitud de su perfección, también se refiere el sexto día de la creación, cuando Dios creo al hombre a su semejanza, y le sometió todas las criaturas del mundo para ser el Señor y dueño de ellas. Pues así es como ese Monarca dominará sobre todas las bestias de la tierra; esto es, sobre las naciones bárbaras, sobre los pueblos rebeldes, sobre las repúblicas heréticas, (2) y sobre todos los hombres dominados por las malas pasiones. A esta sexta edad se refiere también el sexto espíritu del Señor; a saber: espíritu de sabiduría, que Dios difundirá en abundancia, sobre toda la superficie del globo, en este tiempo. Porque los hombres temerán al Señor su Dios, observarán su ley y le servirán de todo su corazón. Se multiplicarán las ciencias y serán perfectas. Las santas escrituras serán entendidas unánimemente, sin controversia, ni errores heréticos. Los hombres serán iluminados, tanto en las ciencias naturales como en las celestiales. En fin, la Iglesia de Philadelfia es tipo de la sexta edad; porque Philadelfia significa amor de hermano (amor fratris salutans), y también, guardando la herencia, en la unión con el Señor (haereditatem salvans adhaerente Domino.) Todos esos caracteres convienen perfectamente a esta sexta edad, en la que habrá amor concordia y paz perfecta, y el Monarca poderoso podrá considerar como herencia suya a casi todo el mundo. El libertará la tierra, con el auxilio del Señor su Dios, de todos sus enemigos, de las ruinas y de todo mal.

II. Esto dice el Santo y el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra: cierra y ninguno abre. San Juan, como suele hacer en la descripción de cada edad, marca también aquí con sus primeras palabras, algunas insignias de N. S. Jesucristo; insignias que no tan solo lleva en si mismo, sino que también las hace brillar exteriormente en sus miembros y en su cuerpo, que es la Iglesia, de un modo especial en la sexta edad. Esto dice el Santo de los santos del verdadero Dios y hombre. A causa de esas insignias infinitas, la santidad y verdad que por hipóstasis divina pertenecen a Jesucristo, toda rodilla ha de doblar ante él, en el cielo, en la tierra, en los infiernos etc. Llamase aquí también Santo y Verdadero, en calidad de cabeza de sus miembros y de su cuerpo, que es la Iglesia; y también porque su Iglesia será santa y verdadera en la sexta edad de un modo particular. Será santa, porque los hombres andarán entonces con todo corazón en los caminos del Señor, y buscarán con toda solicitud el reino de Dios: La Iglesia será verdadera, porque después de ser relegadas al infierno todas las sectas, ella será reconocida verdadera sobre la faz de la tierra. El que tiene la llave dé David. Por esas palabras se percibe el poder real universal de Cristo sobre su Iglesia, poder que conservara hasta la consumación del siglo ejecutando la voluntad y consejos de Dios Padre; Matth. c. v. 18. «Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra.» Sobre esto véase el lib. 2. cap. IV:. Además, se dice aquí que Cristo tiene la llave de David, porque David y su reino fueron la figura de Jesucristo y de su reinado, como se ve en los libros de los profetas. El que abre y ninguno cierra: cierra ninguno abre. Esas palabras expresan cual es la potestad de esta llave de Cristo. Potestad ilimitada y constituida en un solo poder, distribuyendo los bienes y males según su beneplácito. Por eso se dice: El que abre la puerta de los bienes derramándolos, y el que abre la puerta de los males permitiéndolos y ninguno cierra, esto es, nadie es capaz de impedir se cumplan los decretos de su divina voluntad en el cielo, en la tierra y en los infiernos. Los malos son impotentes para estorbar él bien, y los buenos incapaces de impedir el mal. Porque se dice de los malos en San Mateo, c. XVI, v, 18: «Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» Y dé los justos en Ezequiel, c. XIV, v. 14. ¿Y si estuvieran en medio de ella estos tres varones. Noé, Daniel, y Job, (en medio de una nación que habrá pecado contra el Señor:) ellos por su justicia librarán sus almas; dice el Señor de los ejércitos etc. Cierra y ninguno abre, esto es; en contra; hace desaparecer los males de la Iglesia en su tiempo y le devuelve los bienes. En seguida permite de nuevo los castigos, y ninguno los puede quitar de su mano ni impedirlos, según lo que está escrito en el Salmo CIII. v. 28: «Dándoles tú (alimento), ellos recogerán: abriendo tu tú mano todos se llenarán de bienes. Mas apartando tú tu rostro, se turbarán: les quitarás el espíritu de ellos; y desfallecerán, y se reducirán a su polvo. Enviarás tu espíritu, y serán criados, y renovarás el semblante de la tierra, etc.». Yo conozco tus obras. Esas palabras alaban, en general, las obras de la sexta edad, así como mas arriba vituperaban las obras de la quinta. Conozco tus obras, que son todas santas, buenas, perfectas y llenas de caridad, como lo hará ver lo siguiente.

Vers. 8. He aquí puse delante de ti una puerta abierta, que ninguno puede cerrar: porque tienes un poco de virtud (3) y has guardado mí palabra, y no has negado mi nombre, etc. Esas palabras son muy consoladoras; ellas describen la futura felicidad de la sexta edad, felicidad que consistirá: 1.° En la interpretación verdadera, clara y unánime de las santas Escrituras. Porque entonces las tinieblas de les errores y las falsas doctrinas de los herejes, que no son otra cosa mas que la doctrina de los demonios, se desvanecerán y desaparecerán. Los fieles de Cristo, esparcidos en toda la superficie del globo, se adherirán a la Iglesia de corazón y de espíritu, en la unidad de la fe y de la observancia de buenas costumbres. Por eso se dice: He aquí puse delante de ti una puerta abierta, esto es, la inteligencia clara y profunda de las santas Escrituras. Que ninguno puede cerrar, queriendo decir que ningún hereje podrá ya pervertir el sentido de la palabra de Dios, porque en esta sexta edad se tendrá un concilio ecuménico, el mayor dé cuantos han habido, en el cual, por un favor particular de Dios, por la potestad del anunciado Monarca, por la autoridad del pontífice santo y unión de los mas piadosos príncipes, todas las herejías y el ateísmo serán proscritos y desterrados de la tierra. Se declarará el sentido legítimo de las santas Escrituras; el que será creído y admitido por todo el mundo, porque Dios habrá abierto la puerta de su gracia. 2.° Esa felicidad consistirá en que los fieles serán inmensos en número; porque en ese tiempo, todos los pueblos y naciones afluirán hacia un solo rebaño, y allí entrarán por la sola puerta de la verdadera fe. Así es como se cumplirá la profecía de San Juan, c. X. v. 16: «Y será hecho un solo aprisco, y un pastor». Y también la otra de San Mateo, c. XXIV v. 14. «Y será predicado este Evangelio del reino por todo el mundo, en testimonio a todas las gentes: y entonces vendrá el fin.» En este sentido es pues también como se dice aquí: Pues delante de ti una puerta abierta, la puerta de la fe y salvación de las almas, puerta cerrada en la quinta edad a una innumerable multitud de hombres, a causa de las herejías y abominaciones de los pecadores. Por esto el aprisco estaba entonces reducido, envilecido, humillado y despreciado al mas alto grado. Mas ahora puse delante de ti una puerta abierta, abierta está a todos, como la grande entrada de un palacio real, cuando no hay que temer enemigos ni sediciones. 3.º Esa felicidad consistirá en la multitud de predestinados. En efecto, número crecido de fieles se salvarán en eso tiempo, porque la verdadera fe resplandecerá, y la justicia abundará. Puse delante de ti una puerta abierta, la puerta del cielo que nadie puede cerrar hasta el tiempo prefijado, El testo latino principia con la partícula, ecce, hé aquí, porque, como se dijo en otra parte, esa palabra escita nuestro espíritu a concebir alguna cosa grande y admirable en esta obra que Dios hará para nuestro consuelo, felicidad y alegría espiritual. Porqué tienes un poco de virtud y has guardado mi palabra. Ese pasaje indica tres causas tres méritos particulares, por los cuales Dios se apiadará de su Iglesia, y abrirá la puerta de su misericordia en esta sexta edad el primer mérito está puesto en tiempo presente. Porque tienes poca virtud. Esas palabras expresan la industria de los siervos de Dios, quienes emplearán con prudencia y celo la poca fuerza que habrán recibido de él, y así conseguirán muy grandes frutos para convertir a los pecadores y herejes. Jesucristo recompensará con grande prosperidad ese gran esfuerzo que habrán hecho para obrar esas conversiones, sobre todo en el principio de la sexta edad. El segundo y tercer mérito están puestos en tiempo pasado: Y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. Con eso designa la constancia y perseverancia de sus siervos en su amor y fe. Porque, al fin de los tiempos de la quinta edad, ellos teniendo poca fuerza, se levantarán sin embargo contra los pecadores que habrán negado la fe por causa de bienes terrestres. Se levantarán también contra ciertos sacerdotes, quienes habiéndose dejado seducir por la belleza y atractivos del sexo femenino, querrán abandonar el celibato. Pues, en el tiempo en que el demonio disfrutará de una libertad casi absoluta y universal, cuando la tribulación llegue al más alto grado sobre la tierra, esos siervos fieles, unidos entre sí con los mas fuertes lazos, protegerán el celibato, conservándose puros en medio del siglo. Pasarán por viles a los ojos de los hombres, y se verán despreciados y repelidos del mundo, quién los ridiculizará. Pero Jesucristo Salvador, en su bondad, mirará propiciamente la paciencia de ellos, industria, constancia y perseverancia, y los recompensará en la sexta edad, secundando y favoreciendo sus esfuerzos en la conversión de los pecadores y herejes. Porque tienes poca virtud, esto es, eres desconocido y careces de potestad, de riquezas y de gloria: con medida te se dio y distribuyó la gracia de Dios; y sin embargo has hecho los mayores esfuerzos con celo y ardiente caridad por el santo nombre de Jesús, por su iglesia y salvación de las almas. He ahí porque Cristo, en su misericordia, te socorrerá al cabo y abrirá la puerta de la verdadera fe y penitencia a los herejes y pecadores. Y has guardado mi palabra. La palabra de Cristo se toma aquí por la doctrina especial y el conocimiento de un precepto o consejo que no estaba contenido en la antigua ley, y el que era enteramente contrario al Mundo. El Evangelio, de consiguiente contiene tres palabras de ese género; la primera es el precepto del amor de los enemigos y de la caridad fraternal, (Matth, c. V.) La segunda es el consejo de la continencia y celibato. Matth. c. XIX. V. 12. «Hay castrados, que a si mismos se castraron.» La tercera palabra es la paciencia que hemos de practicar, Matth c. V. v. 39. Si alguno te hiriere en la mejilla derecha, preséntale también la otra, Y a aquel que quiere ponerte a pleito, y tomarte la túnica, déjale también la capa. Dice pues el texto: Y has guardado mi palabra, esto es, la palabra de la fraternal caridad, del celibato, de la paciencia y mansedumbre; palabra que Dios pronunció con su divina boca, y observó él mismo, no has negado mi nombre. El texto latino dice: No has negado mi fe. (4) Se niega la fe con mayor frecuencia por amor de riquezas, honores y deleites. Los siervos de Cristo despreciarán esas tres concupiscencias hacia el fin de la quinta edad, y llevarán una vida humilde, sin buscar dignidades ni mando. Serán despreciados e ignorados de los grandes, de lo que, se regocijarán. Sacrificarán sus rentas en socorro de los pobres, y para edificación y propagación de la Iglesia católica, a la cual amarán como a una madre. Andarán en presencia de, Dios y de los hombres con sencillez de corazón, por esto es que su vida retirada será considerada como una demencia. La sabiduría del mundo consiste en retener y aumentar lo que se posee; esos fieles siervos, al contrario, despreciarán los bienes y honores terrenos, y se preservarán de las inmundicias con mujeres. Su conversación sera como corresponde a su vocación. Cuando pues vean a sus semejantes apostatar y negar la fe de Jesucristo por las riquezas, honores y placeres, gemirán sus corazones delante de su Dios, y perseveraran en los verdaderos principios de la fe católica. Con razón les dirige Jesucristo estas alabanzas. Y no has negado mi nombre.

III. Vers. 9. He aquí daré de la Sinagoga de Satanás, los que dicen son Judíos y no lo son, mas mienten. He aquí los haré venir, y que adoren ante tus pies; y sabrán que yo te he amado, etc. Sigue ahora la promesa de una muy abundante gracia de Dios, quién de costumbre ayuda, completa con buen éxito los piadosos esfuerzos de sus siervos, y recompensa su fidelidad, constancia y perseverancia en el bien que emprenden. El texto latino citado mas arriba encierra tres veces la partícula, ecce, he aquí. 1.º Ecce dedi coram te ostiurn apertum. Puse delante de ti una puerta abierta. 2,° Ecce dabo. Daré. 3. ° Ecce faciam. Haré. Para elevar nuestro espíritu, y hacernos concebir cuan grandes y admirables son las obras de la misericordia divina, va a manifestar las riquezas de su gloria, de su gracia y de su infinita bondad. 1.° He aquí. Dirigiese en primer lugar a sus siervos, y les dice: He aquí los frutos de tus trabajos y de tus obras. 2.° Ecce dabo. Daré lo que por, tanto tiempo has invocado con tus lagrimas y piadosos gemidos. 3.º Ecce. He aquí voy a hacer lo que nadie creía. Consuélate pues ahora, etc.; porque te daré de la sinagoga de satanás, los que dicen son judíos y no lo son, mas mienten. En la Sinagoga de Satanás están los judíos y aquellos que yerran en la fe admitiendo la falsa doctrina del demonio, padre de la mentira. También por judíos, se le entiende al figurado y alegóricamente los herejes y cismáticos quienes se intitulan cristianos y no lo son, y mienten. Jesucristo promete pues aquí la conversión de los herejes, cismáticos y todos los que yerran en la fe. Esa conversión se verificará en la sexta edad, cuando la iglesia griega se unirá de nuevo a la Iglesia latina. Los haré venir, y que adoren ante tus pies. Esas palabras expresan la fuerza, eficacia y abundancia de la gracia y bondad de Dios, el que hará vengan naciones enteras y aun todos los pueblos a rendirle adoración sometiéndose a la Iglesia católica, la que de ellos será madre, Haré, con la luz de mi gracia vengan espontáneamente y no ya forzados por la guerra y el cuchillo. Los haré venir, y que adoren ante tus pies. Es decir, se humillen y sujeten a tu potestad espiritual. Se ve, por lo que acaba: de decirse, que fe y confianza tendrán todos los prelados pastores de almas en la gracia de Dios, sin la cual todo bambolean y nada se hace. He ahí pronto cien años de continuos combates contra los herejes, no solo con discusiones fuertes y acaloradas y con escritos sapientísimos sino que también con la fuerza de las armas: todos los medios se han ensayado y sin embargo ningún suceso se ha obtenido. Ya no queda otra cosa que hacer, sino servir al Señor nuestro Dios, humillarnos, llevar una vida santa y trabajar con ahínco para conservar los restos del catolicismo, hasta que plazca á Jesucristo apiadarse al cabo de su iglesia, a la que no puede olvidar, y tener en cuenta los esfuerzos de sus siervos los que continúan temiéndole y sirviéndole. Pónganos pues nuestra esperanza y viva confianza en la gracia todo poderosa de Jesucristo, quién con un solo rayo de su luz puede iluminar a los espíritus ciegos de los miserables pecadores y herejes. Esta confianza nos la recomienda el Salmista, Salmo XXX, desde el versículo 3 hasta el 7. Y sabrán que yo te he amado, es decir, confesarán que tú sola eres mi esposa escogida y querida, la verdadera Iglesia, y la heredera del reino celestial, fuera de la cual no hay salvación. Porque en la sexta edad la Iglesia católica será elevada al apogeo de su gloria temporal, y del uno al otro piélago será ensalzada: entonces no habrán ya controversias ni cuestiones entre los hombres para saber cual es la verdadera Iglesia. Por esto se dice: Sabrán, es decir que aquello, sobre lo que tanto se cuestiona y discute en la quinta edad, en la sexta tendrá total lucidez. Así es como la divina bondad sabe sacar bien del mal, permitiendo las herejías y tribulaciones, afín que su santo Nombre sea mejor conocido. De eso tenemos un ejemplo en todos los errores que aparecieron en diversas épocas, los cuales, por temibles que fuesen, desaparecieron de nuevo por el poder de la verdad divina. Citaremos solo el de Arrió contra la divinidad de Jesucristo. ¿Acaso hubo alguno semejante en obstinación? La herejía moderna se le puede ciertamente muy bien comparar.

Vers. 10. Porque has guardado la palabra de mi paciencia, y yo te guardaré de la hora de la tentación, que ha de venir sobre todo el mundo, para probar a los moradores de la tierra. La hora de la tentación que ha de venir, y que aquí se predice, es el tiempo de la persecución del Anticristo, al que Nuestro Señor profetizó en San Mateo, c. XXIV, y en Daniel, c. XI. v. 12. La llama hora de la tentación, supuesto que durará poco, y que será corta la séptima edad de la iglesia, como mas allá veremos. La divina bondad acostumbra preservar a sus elegidos de la hora de la tentación y de los tiempos calamitosos por dos medios: 1.° Llamándolos a si, por medio de una muerte natural, antes que los sorprendan los males y las tribulaciones: otorgó esa gracia a Ezequías, a Josías y a otros santos del antiguo y nuevo Testamento. 2.° Preserva también a los suyos, sin llevárselos de este mundo, pero si librándolos del mal. Joa., c. XVII. v. 15: «No te ruego, que los quites del mundo, sino que los guardes del mal;» así es como Jesucristo envió a sus apóstoles y discípulos en medio de los lobos. Con esos dos medios, Dios, en la sexta edad, preservará a su Iglesia de la hora de la tentación del Anticristo. 1.° Llamándola a si, porque, al fin de la sexta edad, la caridad se resfriará, los pecados comenzarán a multiplicarse, y poco a poco se levantará una generación perversa y también hijos infieles. Los justos, los santos, los buenos prelados y pastores serán entonces quitados en crecido número por una muerte natural, y vendrán a su lugar hombres tibios y carnales, quienes se cuidarán solo de si mismos, serán corno árboles sin fruto, astros errantes y nubes sin agua. 2.° Jesucristo preservará a su Iglesia del mal, sin quitarla de este mundo; porque la Iglesia durará hasta la consumación dé los siglos, y en comparación de multitud tan grande de malévolos, quedarán pocos santos y pocos doctores, a los que Dios enviará en medio de lobos, para enseñar a muchos la verdad y la justicia. Esos caerán bajo el filo del acero en las llamas, cadenas y ruina. (Dan., c. XI) Dios preservará así a esos últimos elegidos de la hora de la tentación, librándolos del mal, es decir, impidiendo consientan a la impiedad del tirano encolerizado, y ayudándolos a morir por la verdad, justicia y fe de Jesucristo.

Vers. 11. Mira que vengo luego: guarda lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Esas palabras contienen una saludable advertencia sobre la repentina e inopinada llegada de Jesucristo, al mismo tiempo una exhortación, para que los fieles continúen en el buen camino. Ellas con como dos escudos esencialmente necesarios, que nos son presentados principalmente contra la última tribulación descrita en San Mateo, c. XXIV. v. 1. Porque entonces los hombres pensarán que el reino del Anticristo durará de un modo excesivo a causa de la grande felicidad y potestad de ese tirano. Los judíos y demas infieles que lo recibirán como al Mesías, creerán eterno su reino. Pues, para abatir esa presunción y destruir esa falsedad, dice aquí: Mira que vengo luego. 2. Así como en tiempo de la horrible persecución de Diocleciano prototipo vivo del Anticristo, muchos fieles renunciaron a la fe de Jesucristo, y sacrificaron a los ídolos, entre ellos hasta el mismo Papa San Marcelino, quién luego hizo penitencia y padeció valerosamente el martirio; y así como sobre los cuarenta mártires en tiempo del emperador Licinio, hubo uno que defeccionó, cuya corona fue dada en seguida a Janitor; así también sucederá en la persecución del fin de los tiempos, y todavía peor; porque sobrepujará a todas las precedentes. Por este motivo Jesucristo, como general en jefe, cuida de prevenir de antemano a sus soldados, armándolos con el escudo soberanamente necesario de la fuerza, constancia y perseverancia. Los exhorta pues diciéndoles.

Vers. 12 Guarda lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. A quién venciere, lo haré columna en templo templo de mi Dios, y no saldrá jamás fuera: y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que descendió del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. Para dar mayor vigor a sus queridos soldados y confirmarlos mucho más en la última y más terrible persecución Nuestro Señor Jesucristo hace seguir en el contexto, la promesa de los mayores bienes, como recompensa proporcionada a las difíciles victorias conseguidas por los justos sobre el tirano. De esas victorias la primera será la firmeza y constancia, por las cuales serán como columnas de perseverancia en la Iglesia de Cristo. Resistirán al furor del tirano, a sus falsos milagros e invenciones diabólicas, y sacrificarán sus cuerpos, sangre, y vida por la verdad y la justicia. La segunda victoria será la confesión del verdadero Dios que creo el cielo, la tierra y todo lo que encierran; el Anticristo se encruelecerá principalmente contra esa confesión, y se constituirá el dios de los dioses. La tercera victoria será la fe firme y la fidelidad de la Iglesia de Cristo, a la que el Anticristo desechará como una impostora, y en su furor la dispersará por los cuatro vientos del cielo, sobre los áridos cerros, y en las cavernas. La cuarta, en fin, será la confesión del nombre de Cristo, contra la cual se levantará el tirano. Se glorificará en los falsos milagros que hará con ayuda de diabólicos artificios. Se llamará Mesías, y como tal lo recibirán los judíos, según las palabras del mismo Jesucristo, en San Juan, c. V. v. 43. 5 «Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís: si otro viniere en su nombre, a aquel recibiréis». A esas cuatro virtudes, méritos y victorias insignes de los justos, Dios promete en proporción, cuatro suertes de recompensas y de glorias. La primera está en estas palabras. Lo haré columna en el templo de mi Dios, y no saldrá jamás fuera. Las columnas se colocan en los palacios de los reyes para sostener la mole del edificio, para embellecerlo, adornarlo y realzar su esplendor: así es pues como los justos de Dios, por la firmeza de su fe, son en el templo de Cristo, es decir, en la Iglesia militante, columnas de verdad y justicia de Jesucristo; defendiéndolas y predicándolas, combatiendo y muriendo por ellas; de esa suerte, decimos también que; en el templo de Dios y en la Iglesia triunfante, los justos serán además columnas eternas, resplandecientes de gloria, en presencia de todos los santos y ángeles celestiales. En seguida, como esos justos habrán permanecido fiel y constantemente en el templo de Dios sobre la tierra, esto es, en la Iglesia católica, sin salir jamás de ella, ni abandonar la verdadera fe para incorporarse en las sectas del Anticristo o en las de los demás herejes; de este modo morarán también en el templo eterno de Dios, sin que tampoco salgan nunca de él. Serán inmortales, impecables, estables e inmutables por toda la eternidad. No tendrán ya que sufrir dolores ni derramar lágrimas. En fin, la muerte, el hambre, sed y todas las otras miserias del cuerpo y del alma, no los tocarán ya. La segunda recompensa se encuentra en estas palabras: Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios. Porque serán semejantes a él, (según San Juan. c. III. v.3): y hasta serán llamados dioses, como se ve en el Salmo LXXXI. v. 6. «Yo dije: dioses sois, y todos hijos del Altísimo,» La tercera recompensa está así expresada: Y escribiré sobre el….el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que descendió del cielo de mi Dios. Es decir, que, los justos serán el templo de Dios, en el cual dignara habitar el Rey de reyes, y el Señor de los señores, y ellos lo poseerán con la visión beatifica por toda una eternidad. En fin, la cuarta recompensa se encuentra en estas palabras. Y escribiré sobre él….mi nombre nuevo; queriendo decir que él honrará a los justos con su nombre; porque serán llamados hijos de Dios, (según San Juan e. III v. 1.)

Vers, 13. Quién tiene oreja, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
Eso se explica lo mismo que mas arriba.

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(1) N. del T. F. Acordémonos del estado de la Europa en 1848.

(2) Sabemos que la Suiza se compone de muchas repúblicas la mayor parte protestantes.

(3) N. d T. E. En la traducción francesa se lee force, fuerza, en el texto latino virtutem virtud, así Scio, aunque también puede significar fuerza.

(4) N. d. T. E. Deseoso de proceder con toda delicadeza, no puedo menos de indicar aquí a mis lectores, que en el texto latino del Apocalipsis se lee, et non negasti nomen meum, y no has negado mi nombre, pero M. Wuilleret dice mo foí, mi fe.


INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS
Venerable Bartolomé Holzhauser.
Paginas 132 a la 147.
Traducido al Español por Fr. Ramón de Lérida

Imprimátur
Fr. Damiano de Vareggio Vist. Apost. I Comis. Gen. Cap.
Serena, 6 Mayo 1860.

Imprimase
EL OBISPO DE LA SERENA (CHILE)

Imprenta de la Serena.- Convento de San Agustín N.º 36.
Año 1860.