viernes, 21 de noviembre de 2014

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 26


HUMILDAD RECOMPENSADA
Año 1225 Alna Bélgica

Cuán agradable sea a los ojos de Dios la virtud de la humildad, nos lo manifiesta el mismo Jesucristo cuando al exhortarnos a la práctica de ella se puso por dechado, diciendo: «Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón».

Su gran recompensa es el inestimable tesoro de la gracia divina, porque Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes, y el más ligero perfume de tan escondida violeta no queda sin galardón, antes granjea innumerables bienes e insignes favores.

El beato Simón de Alna, de la Orden del Cister, había cifrado sus delicias en la íntima comunicación con Jesús Sacramentado, aprendiendo de tan divino trato el ejercicio de la más profunda humildad.

Cierto día habiéndose acercado a comulgar se le cayó en tierra al sacerdote la sagrada Forma que había de administrarle, y cuando iba a arrodillarse para cogerla, le rogó Simón que aguardase un instante hasta que él hubiese preguntado al Señor, si por ventura era aquello señal de que le juzgaba indigno de hospedarle en su seno.

No bien hubo dicho palabras de tanto anonadamiento, cuando se verifica el prodigio de que la Sagrada Forma se levanta por sí misma del suelo, y va a posarse en la boca de Simón.

Después de haber comulgado, se retiro el Religioso y, profundamente emocionado por tal maravilla, dio gracias a su buen Jesús que tan finamente le había tranquilizado de su infundado temor.

(crónica de la Orden del Cister)
P. Manuel Traval y Roset