viernes, 13 de noviembre de 2009

NOVIAZGOS CRISTIANOS

La historia de los hombres es la larga historia del Amor de Dios para con nosotros. Creación, Providencia, Encarnación, Redención: todo eso por amor; ¡Dios nos ha amado, Dios nos ama!

Hay grados en el amor: 1. del Creador para su creatura; 2. del Padre para su hijo; 3. del amigo para su amigo; 4. del esposo para la esposa.

Dios quiere conducirnos a este amor perfecto, donde todo está en común entre el esposo y la esposa.
“El Reino de los Cielos es semejante a unas bodas…” Unión mística del alma con Cristo, unión fructuosa, puesto que ella da gloria a Dios y procura al alma su salvación.

La perfecta imagen de esta unión, es la sagrada Comunión eucarística, en la cual Jesús se da totalmente al ser amado, y aquel (ese) se esfuerza en darse todo entero a El.

I. Preparación

Un hombre no puede desposarse con una mujer sin una cierta preparación. De igual modo una mujer no puede desposarse con un hombre sin preparación. Se precisa un tiempo de prueba, de disposición, de análisis previo. Es lo que se llama el noviazgo.

Para los noviazgos, las dos partes:
-no son extraños entre sí;
-no son aún marido y mujer;
-son como hermano y hermana.

Este tiempo de preparación, de examen previo, existe también para la unión mística de nuestra alma con Jesucristo. Para estos noviazgos misteriosos y sobrenaturales somos con Cristo “como hermano y hermana”.

-para Nuestro Señor:
estos noviazgos comienzan en la Encarnación y se manifiestan en Navidad: el se ha hecho semejante a nosotros, toma un cuerpo y un alma como los nuestros, asume la naturaleza humana;

-para nosotros:
ellos comienzan en el bautismo, por el cual Nuestro Señor nos hace semejantes a El, nos eleva al orden sobrenatural, haciéndonos partícipes de la naturaleza divina.
Adoremos este gran misterio aplicándolo aquí, en este mundo, a lo que es su imagen.

II. Los Noviazgos Cristianos

Los noviazgos cristianos no son aún el matrimonio, sino una preparación, o camino previo. Es una promesa de matrimonio. Conviene mantener esta promesa, salvo motivo grave si no se comete nada que pueda entorpecer la realización del matrimonio.

En todo caso, los noviazgos pueden romperse:
-por consentimiento mutuo;
-seguidamente después de una falta grave de uno, el otro puede retractarse de su promesa;
-si sobreviene un cambio notable en el cuerpo, el espíritu, las costumbres, la fortuna de uno;
-si se manifiesta una enemistad feroz entra las dos familias, o una incompatibilidad de humor entre los novios: separarse cuando se está todavía a tiempo vale más que hacerse infeliz toda una vida;
-si uno de los dos escoge un estado de vida más perfecto (sacerdocio, vida religiosa),
-si uno descubre un impedimento canónico para el matrimonio.

Queridos y bendecidos por la Iglesia, los noviazgos son buenos por sí mismos. Durante todo este período más o menos largo –cuatro meses a un año serían convenientes-los novios deben considerarse y comportarse “como hermano y hermana”. Ni más ni menos.

Para ser bien comprendidos esquematicemos:

1. Lo que está permitido

Es un tiempo de relación honesta, con vistas a conocerse mejor, juzgando los caracteres sobre todo, y ejercitándose en un amor verdadero y profundo. Conviene que los novios se hablen y dialoguen mucho sobre todas las clases de temas notablemente la fe católica, la Tradición, la educación de los hijos, etc. Es falso decir que “en el matrimonio es como en el cementerio, para que esto dure hay que mantenerse como muertos”. Hay que tener ante todo convicciones profundas, y una gran comunión de pensamiento sobre todos los temas importantes.

Los novios tienen pues el derecho y el deber de reunirse, de comunicarse sus aspiraciones legítimas, de amarse mutuamente y de testimoniar su amor con pruebas de cariño que autorizan una honesta costumbre. Todas sus relaciones estarán regidas por una verdadera estima y un respeto mutuo muy grande.

2. Lo que está prohibido

Los novios se recordarán que, si el noviazgo es una preparación al matrimonio, no es un comienzo del matrimonio. Por lo tanto, no tienen derecho alguno sobre el cuerpo del otro, y están obligados por la ley de la castidad perfecta, como todas las personas que no están casadas.

Evitarán cuidadosamente toda familiaridad peligrosa; se privarán de abrazos, de entrevistas prolongadas y sin testigos que, por nuestra naturaleza herida por el pecado original, se convierten fácilmente en ocasiones de pecado; se recordarán también que ninguna licencia puede autorizar los actos de sensualidad tales como las caricias y los besos voluptuosos u otros; evitarán todo vestido o postura inmodestos, así como todas las frivolidades y provocaciones que podrían llevarles al pecado.

Separamos que es un pecado el situarse en ocasión de pecado, salvo razón proporcionada grave. Es en este sentido que hay que leer las palabras sencillas y vigorosas del santo Cura de Ars:

“Desde el momento que dos personas se hacen novios, no deben permanecer en la misma casa bajo pena de pecado grave, a causa de los peligros y de las tentaciones a las cuales serán expuestos, porque el demonio hace todo lo que puede para hacerlos indignos de la bendición de Dios que les está prometida en el sacramento del matrimonio. Ese es el motivo por el cual la Iglesia les prohíbe habitar bajo el mismo techo todo el tiempo del noviazgo”. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre el matrimonio) Están igualmente proscritos los viajes entre novios solos.

3. Con la ayuda de la gracia:

Los novios recordarán que es en la plegaria, la recepción frecuente del sacramento de la Eucaristía, con las disposiciones requeridas, y la práctica regular del sacramento de la penitencia, con las disposiciones requeridas, y la práctica regular del sacramento de la penitencia, que obtendrán la fuerza necesaria para guardarse de toda falta y para amarse castamente.

4. Deber de los padres:

Los padres deben no desentenderse y acordarse de la gran responsabilidad que contraen ante de Dios en su tarea de educadores de sus hijos, comprendiendo incluso el periodo del noviazgo.

Muchos, influidos por la idea que hay que dar confianza a los novios, se creerían deshonrados por un espíritu retrógrado, si se permitiesen las más discreta vigilancia de sus novios. Sin ninguna duda, hay que dar confianza a sus hijos, incluso durante el tiempo del noviazgo. Pero dar confianza a sus hijos no quiere decir dejarles ponerse en peligro de pecado. Es una ayuda que los padres cristianos deben aportarles.

Dejar a los novios solos en casa o dentro de un local cerrado, permitirles emprender viajes yendo solos, caminatas, campamentos, largos trayectos en coche, etc. es ponerles en ocasiones de pecado.
Hay que prohibir, insisto, que se alojen bajo el mismo techo.

Ingenuidad y negligencia no son de recibo y pueden ser gravemente culpables, pues dejarían a los novios plena libertad para encontrarse tanto como deseen. Los padres tienen la gran responsabilidad en lo que respecta a la duración, la frecuencia y la modalidad de los encuentros. ¡Atención! Hay en nuestra época un renuevo de naturalismo y de liberalismo. Para estar con Jesucristo, padres y novios deben guardarse del espíritu del mundo y remar contra corriente.

Conclusión

Citaremos aquí al papa Pío XII, de venerable memoria, en una de sus numerosas alocuciones a los jóvenes esposos (no menos de setenta, de 1939 a 1943), la del 12 de noviembre de 1941:

“Debéis poner en común vuestras almas, hasta el punto de formar una sola con ambas. ¿No tiene acaso una soberana importancia para los novios asegurarse que sus vidas son susceptibles de darse y tenerse en plena armonía? Si uno de los dos es sinceramente, profundamente cristiano, y el otro, puede darse el caso, poco o nada creyente, poco o nada preocupado de los deberes y prácticas religiosas, comprendéis fácilmente qué quedará entre estas dos almas, no obstante su amor mutuo, sino una penosa disonancia…

“Cuando un ideal común de vida ya los unió, y ambos, por la gracia santificante, son hijos de Dios y templos del Espíritu Santo, entonces les resulta fácil y dulce para ellos confiarse uno al otro sus alegrías y tristezas, temores y esperanzas, planes y proyectos para el arreglo interior de la casa, para el porvenir de la familia, para la educación de los hijos…”

Padre Jacques Berrou

Plegaria para los novios

Señor todopoderoso y lleno de bondad, Vos habéis permitido el encuentro de estos dos hijos. Vos sois la fuente de toda luz y de todo amor: dignaos, por Vuestro Espíritu Santo, preparar Vos mismo a estos novios para el sacramento del matrimonio. Enseñadles a conocerse verdaderamente, haced que su amor sea cada día más profundo, más leal y más puro.
Que bajo Vuestra mirada se respeten hasta el momento en que, por el matrimonio, se pertenezcan mutuamente. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Tomado de la revista Tradición Católica nº 95 .